Por Maru Lozano Carbonell
Para mí, los niños sin frontera alguna son propensos a recibir o no recibir lo que por derecho humano merecen.
Imagina que te deportan de Estados Unidos, llegas a Tijuana y tienes hijos menores de edad, americanos. Te enteras que existe un programa que literal te lo plantean: “como si tuvieras a tus hijos en una escuela americana, pero en Tijuana”. Sólo pagarías 50 dólares al semestre y tus hijos tendrían Artes, Natación, Matemáticas, Lectura y Gramática del Idioma, Estudios Sociales, Ciencias, Música y Educación Física. No tienes que adquirir nada, ¡hasta se facilitaría una computadora portátil!
Si soy un padre de familia así, me emociona que mi hijo siga obteniendo los beneficios americanos, me serviría a la hora de mis “taxes” y parece que todo es conveniente. No importa que me hagan firmar un “Master Agreement” donde cedo al Centro de Aprendizaje lo que el gobierno me daría para la educación de mi hijo, porque como es un programa de “homeschooling” y es la escuela quien le dará todo a mi hijo, pues encantados.
Te vas enterando al tiempo que recalcan no ser escuela, que tu hijo nunca llevaría natación ni esas cosas, que no hay maestros como tal con tus hijos, son Learning Mentors que igual puede ser gente con muchas ganas de trabajar, pero que como educadores a lo mejor no tienen la preparación. Que nunca verás una laptop, entre muchas otras precariedades.
De cualquier manera, esto sigue conviniendo porque el adulto recibe lo que es para el menor. De los adultos que están rodeando a esos niños y jóvenes -porque existen desde kínder hasta preparatoria- a pocos les importa cómo están o qué sienten porque saben que, al cumplir la mayoría de edad, se van a su país y en lo que trabajen, ganarán muchísimo más dinero que tú y que yo juntos.
Un país sin fronteras invitaría al acceso. Así veo yo a estos más de mil niños de “Children Without Borders, A.C.” en mi querida Tijuana.
Como no son escuela, sino centro de asesoría, nadie supervisa ni instalaciones, ni personal que les atiende, ni existe seguimiento integral ni psico-emocional que tanto se necesita. Ya hay tres planteles y más de cien empleados.
Abusar del uso que ventajosamente ofrece tener un menor de edad, vulnerable e ignorante de las intenciones adultas, enfurece. Debe existir un plan legal que no lo disfrace una religión ni un dizque ministerio para ayudar y educar como merecen a todos los que están en el limbo académico. Así que si usted, querido lector, sabe de planes bi-culturales para auxiliar dentro de la ley en educación a miles de menores americanos residiendo en Baja California, compartan, por favor.
Educar a un niño o adolescente pidiéndole que mienta y nunca diga “allá” que vive “acá”, que para el chico que se está formando esté “bien” la mediocridad, eso es formar futuros adultos confundidos en tristeza, temor y lo más peligroso, en el enojo. Reprimir el diamante en bruto que hay en ellos, viviendo separados de sus familias, sin estructura sólidas y encima ser víctimas de empresarios opresivos, es algo que no deseo suceda más en mi ciudad.
Ya como trabajador ahí, no recibir el salario en tiempo y forma, ahoga más.
¿Qué se podría hacer por estos chicos?