Por Maru Lozano Carbonell
Sabemos que a los niños les encanta ver las mismas películas o series una y otra vez. Esto es buenísimo porque al saber lo que sucederá, adquieren seguridad, aprenden por repetición, se sienten parte de la historia, echan a volar su imaginación, toman juguetes o libretas y enriquecen sus historias. Hay que dejarlos.
Lo mismo pasa con los adultos, las rutinas, los colores, las costumbres, todo lo que hacemos así nos da seguridad. Una vez que nos cambian el sentido de una calle, nos cambian de lugar las cosas, nos ponen otro jefe o nos cambian la jugada, nos enojamos disfrazando así al señor miedo.
A la gente grande que le mueves o alejas de sus cosas, de rutinas y de paso le surgen nuevos síntomas, le quitas vida. Igual, se enojan y sin filtro alguno, gritan porque en realidad tienen miedo.
Esta pandemia nos quitó ese “una y otra vez” y nos sorprendió y nos sigue sorprendiendo con nuevas condiciones que nos tienen viendo el semáforo en amarillo, ya no sabemos si frenar o aventurarnos para acelerar.
¿Cómo enfrentar esta época con menos dinero, con menos seres queridos, con menos seguridad y con poca certeza?
Cambiemos la expectativa. Para empezar, hagamos cambio de planes en nuestro corazón. Que nuestra expectativa sea vivir el “hoy” y planeando sobre terreno real. Si no nos vamos a poder reunir, si no vamos a poder viajar, la tecnología puede ayudar con las plataformas que acercan de algún modo.
Aceptar que toda experiencia es importante. Cuando aprendes de la experiencia de los demás te empiezas a identificar y tu entorno gana en experiencia y conciencia. Vivir como ahora el virus nos ha proyectado, hace que reflexionemos si eso que se está viviendo es parte de tu necesidad y no de tu necedad.
Hay tres demonios que impiden nuestro desarrollo: Las experiencias obsoletas, los asuntos inconclusos y los introyectos -esas creencias heredadas.
No importa si hay pandemia o hay cambio en el trabajo o en el clima o de lugar, la sacudida nos tiene que orientar a rectificar el rumbo si es que la experiencia que vivíamos es ya obsoleta, si ya no funciona, si ya no nos hace felices o nos impide producir.
No importa si hay pandemia o enfermedades o circunstancias tristes, los asuntos inconclusos los podemos cerrar con acompañamiento de un experto, el mejor para ti, como un psicoterapeuta, un líder espiritual o quien te ayude a crecer. Escribe lo que sentiste, haz un ejercicio de silla vacía donde pongas a ese ser y dile todo lo que sucede en ti, cámbiate de lugar y contesta de la forma que crees se te podría responder, concluye y termina la historia de la mejor manera que tu corazón sienta paz por haber expresado y cerrado.
No importa si hay pandemia, no te dejes enganchar por las creencias no digeridas que se te heredaron. Si algo ya no va contigo o con tu entorno, solo respeta, intégrate de algún modo y goza a los tuyos, ¡a todos!
Esta vida nos repite la experiencia para que ya no hagamos lo mismo y aprendamos a concluir de otra forma. Atrévete a vivir a corto plazo y de manera diferente, te sorprenderás de lo increíble que resulta explorar aristas nuevas, desarróllate una y otra vez. No nos queda otra, es resurgir otra vez.