Por Daniel Salinas Basave
El 2018 que hoy comienza pinta para ser un año intenso como pocos. Son muchísimas las cosas que pueden pasar y sin duda tendremos más de una noticia bomba, pero hasta ahora nuestra única certidumbre, lo único de lo que podemos estar absolutamente seguros, es que enfrentaremos una inclemente tormenta de información falsa, campañas sucias, rumores caricaturescos y opiniones radicales e intolerantes expresadas a la ligera por politólogos de cantina.
Nos sobrarán las filtraciones, los video-escándalos y los exabruptos. Veremos miles de memes, chistes de todos los colores y versiones alucinadas sobre la vida privada de tal o cual candidato. Habrá familias divididas, amistades rotas y millones de troleos y zafarranchos de red social. México está polarizado y rabioso y si algo ha quedado claro, es que la consigna es ganar o retener el poder al costo que sea. El fin justificará cualquier medio en este 2018 y el debate de ideas parece condenado a quedar relegado por la cuchillada trapera y la politiquería de tenebra.
Ante semejante escenario, me hice un propósito que en los últimos meses he cumplido y que espero mantener firme durante todo este año: pase lo que pase, no expresaré públicamente mis opiniones políticas ni mi filia o mi rechazo hacia candidato alguno. Si algo infesta este país son los opinólogos que tratan de imponer su visión a rajatabla y yo no quiero ser parte de este mal circo. En 2012 escribí no pocos artículos y pronuncié no pocos editoriales en televisión abordando el tema electoral e incluso participé activamente en una de las campañas proselitistas. No será el caso de 2018.
Claro, este propósito de mantenerme al margen no significa que me abstendré de votar o que en mi fuero interno carezca de opiniones firmes. En privado no dudaré en expresar lo que pienso, pero me abstendré de opinar en medios de comunicación o redes sociales. El sentido de mi voto está parcialmente definido. Desde hace ya bastante tiempo tengo muy claro en contra de quién voy a votar. El voto a favor lo decidiré conforme se acerque la fecha de la elección. Ninguna de las alternativas de la boleta me ilusiona ni me motiva. No veo por desgracia un proyecto que de manera realista y especificando los cómos y las estrategias concretas nos diseñe un modelo de país más plural en donde haya más ciudadanía organizada y menos gobierno y sí veo en cambio una amenaza muy clara de regresión hacia un estilo personal de gobernar que creíamos superado.
Un propósito sano es que hagamos de la participación ciudadana una forma de vida cotidiana. Saldremos a votar un solo día del 2018, pero eso no implica que el resto del año no nos involucremos en temas de interés público. No necesitamos militar en un partido político o apoyar a un candidato para coadyuvar con propuestas para los legisladores o emprender iniciativas ciudadanas para vivir en un lugar mejor. La democracia, la seguridad, la transparencia y el combate a la corrupción se construyen todos los días. Entre más ciudadanos nos involucremos en estos temas tendremos un mejor México independientemente de quién gobierne. Eso, y no la politiquería y la cizaña, debería prevalecer en 2018.