Una computadora para Gera Lara

Por Daniel Salinas Basave 

“Soy una persona autista por lo cual quiero demostrar a todos que podemos lograr lo que soñamos, porque a pesar de nuestras limitaciones y de que la gente piense que estamos locos o tontos, podemos lograr muchas cosas. También soy escritor y quiero poder escribir mi libro en computadora. Cuando tengo tiempo libre escribo el libro en cuadernos, pero sueño con poder escribirlo en computadora y hacerlo comprensible para el mundo”.

Lo anterior son palabras pronunciadas por Gerardo Lara, un creativo y talentoso adolescente que con puro corazón y fuerza de voluntad está consiguiendo sus sueños. 

Gera Lara es amigo de mi hijo Iker y al igual que él está diagnosticado como Asperger y se desarrolla dentro del amplísimo espectro de la neurodiversidad. Gera quiere ser astrofísico y me consta que está escribiendo una compleja y fascinante historia de ciencia de ficción de la que me ha hablado con la emoción que solo pueden reflejar quienes verdaderamente se apasionan con su labor creativa. 

Gera fungió como orador durante el evento Todos Conectados organizado por el Ayuntamiento de Tijuana en el cual fueron entregadas laptops a niños y adolescentes de escasos recursos. 

Cuando hablamos de apertura, visibilidad e inclusión, debemos comenzar por darle un lugar importante a las expresiones culturales creadas desde la neurodiversidad. 

En los últimos años se ha avanzado muchísimo en el conocimiento de la condición del espectro autista, pero la realidad es que en México la Secretaría de Educación sigue padeciendo una descomunal ignorancia en torno a la forma de tratar al niño que es diferente y lo que es peor, es que no se ve por parte de las autoridades educativas una actitud que refleje interés por superarse y documentarse para saber educar y tratar a un niño neurodiverso.  

Soy padre de un niño Asperger y aunque a mí en lo personal nadie me diagnosticó nunca, pienso que también estoy dentro del espectro. Yo me pasé la infancia desfilando de un psicólogo a otro y ni uno solo acertó a definir qué me pasaba. Para ellos era solo un niño extremadamente distraído, disperso y asocial. Ante mis compañeros simplemente pasaba por loquito, zafado, un chamaco al que le faltaba uno o varios tornillos. Así navegué por la vida y no supe ponerle un nombre concreto a mi “locura” hasta muchísimos años después, cuando un profesional diagnosticó a Iker. A la fecha sigo ejecutando movimientos involuntarios, a menudo me da por hablar solo y prefiero la compañía de los libros que de la gente. 

Mi experiencia dice que a menudo lo que hace la diferencia es la personalidad, la empatía y el cariño de una maestra antes que los lineamientos de un sistema educativo o una escuela. Los mejores maestros que he tenido son aquellos que no intentan forzar al alumno a ajustarse a chaleco a un sistema y a un método, sino aquellos que entienden que cada cabeza es un mundo y que cada niño tiene necesidades y habilidades distintas.  

En la vida de mi hijo Iker marcó una gran diferencia el apoyo de su maestra de inglés, Alicia Bazán, quien lo acompañó y guió los seis años de primaria. Gera Lara mencionó en su discurso que un gran apoyo para él ha sido su maestra de danza folclórica. 

En fin colegas. Solo les pido que visibilicen, acepten e integren a las personas neurodiversas. Hay un universo vasto, profundo y complejo dentro de un niño que aletea con los brazos como si quisiera levantar el vuelo.