Un tornado de almas 

Por Daniel Salinas Basave 

Deambulo por el malecón de Playas de Tijuana y cuando el Sol está a punto de esconderse tras las Islas Coronado ya estoy parado frente al muro, en la esquina de México. Este lugar es para Tijuana el equivalente a un monumento emblemático, nuestro sitio más visitado y retratado, el que en todo momento del año atrae turistas.

¿Cuántos miles o decenas de miles de fotografías se toman cada día en esta forzada esquina noroeste? No hay día en que no se vea por aquí a reporteros extranjeros tomando imágenes de esta barda grafiteada donde los domingos por la tarde pueden encontrarse por unos minutos las familias rotas de los migrantes. En este lugar se manifiesta con desparpajo el absurdo y las contradicciones de una época mientras las gaviotas y los delfines van y vienen de un lado a otro de la frontera. 

Nosotros estamos aquí, en este preciso momento de la historia de la humanidad y no se nos ocurre otra cosa más que tomar fotos, millones de fotos, infinitas fotos. ¿Cómo serán contempladas cuando todo esto sean remotos ayeres? ¿Será evaluada y recordada como una era ridícula o como un tiempo siniestro?  

Esta esperpéntica barda fronteriza es parte de nuestra vida cotidiana pero los habitantes de esta ciudad muy a menudo olvidamos su significado y nos limitamos a mirarla como una monserga que afea el paisaje. Una estampa de nuestro día a día que hoy vuelve a estar en las noticias de todo el mundo.

Medios de todos los países hablan de una alerta humanitaria mientras ríos humanos desembocan en este gran estuario fronterizo. La historia de humanidad ha sido escrita por hordas migrantes.

Un día, unos cavernícolas de Siberia cruzaron el Estrecho de Bering y poblaron un descomunal continente donde no había Homo Sapiens.  

Hace 530 años, unos intrépidos navegantes cruzaron el Atlántico y repoblaron esa misma masa continental que hasta ese día era libre de cristianos.  

Vaya, la historia de nuestro vecinito es la historia de millones de migrantes: pilgrims puritanos perseguidos; esclavos africanos herrados como reses; buscadores de oro; vaqueros furtivos; tramperos barbones y cazadores de fortuna de toda calaña; italianos, polacos e irlandeses con una mano adelante y otra atrás y millones de hispanoamericanos dispuestos a aceptar los peores trabajos. El nuestro es un planeta que migra y nosotros somos uno de los centros neurálgicos de la migración mundial.  

Dentro de dos horas expirará el Título 42 y cientos de migrantes aguardan un milagro hacinados junto a la barda. Una tormenta de destinos. La geopolítica mundial estornuda y nosotros ardemos en fiebre. El planeta entero es una diáspora y uno de los más desgarradores dramas de nuestro tiempo se escenifica en nuestras calles. El espíritu de la época sienta sus reales afuera de nuestra casa. Yacemos en el ojo del Tornado de Almas. 

Aquí, junto a esta barda, en este rincón geográfico, hay un complicado tejido de destinos, un mar de velas bajo una tormenta, un cruce de relatos que nunca me será dado conocer y que acaso se evaporará e irá a vivir al limbo donde moran las historias de lo que pudo haber sido.