Un Hipódromo con historia

Por Daniel Salinas Basave

Los juegos de azar forman parte del mito fundacional de Tijuana. Las apuestas ya eran una atracción en la ruta primaria del naciente villorrio fronterizo,  la Avenida Olvera, aquel camino de polvo  transformado años después  en la Avenida Revolución. Según el censo de 1910, Tijuana sumaba en aquel año apenas 969 habitantes.

Unas cuantas casitas de madera en donde se vendían cervezas y aguardientes pendencieros,  conformaban la avenida principal de una frontera apenas significante en el mapa mexicano. 

Tras la sangre derramada en 1911 como consecuencia del sueño anarquista de los Flores Magón,  mutado en invasión filibustera e intentona secesionista, Tijuana se olvidó de la guerra civil que desangraba al resto del país. Mientras en las fronteras de Chihuahua y Coahuila el plomo imponía su ley, en el Territorio Norte de la Baja California los turistas lo pasaban bien, pues la fiesta no se acababa nunca. 

En 1915 la tranquilidad de los mil habitantes de Tijuana se vio impactada con la construcción del primer gran casino de su historia, el Tijuana Fair, ubicado en la esquina de las actuales Calle Segunda y Avenida Constitución, justo donde desemboca la diagonal Argüello a  la célebre Plaza Santa Cecilia,  refiere Antonio Padilla Corona en su ensayo Formación urbana de Tijuana.  

Los californianos celebraban en grande la apertura del Canal de Panamá mientras el Tijuana Fair les ofrecía juegos de azar, peleas de gallos, funciones de box y espectáculos taurinos bañados en alcohol.

Frente a la austeridad de las construcciones de madera, el Tijuana Fair fue el primer edificio tijuanense que apostó por una arquitectura espectacular con torres de ocho metros de altura que podían ser vistas a una gran distancia e irremediablemente atraían a los visitantes, sostiene Padilla.

Antonio Elosúa fue el propietario de este primer gran casino tijuanense, pero a diferencia de lo que sucedería con Hank Rhon 90 años  después, este primer zar del juego no fue intocable. Su enfrentamiento personal con el gobernador del territorio, Esteban Cantú,  derivó en la clausura y el embargo del Tijuana Fair en 1920. Meses después, el espectacular edificio fue consumido por ese sospechoso fuego,  que tantas reliquias de la historia tijuanense ha reducido a cenizas.   

Sobre los escombros carbonizados del Tijuana Fair fue construido en 1921 el edificio de gobierno,  que fungió hasta 1986 como palacio municipal y que actualmente es el Archivo Histórico de Tijuana.

En una ciudad adolescente donde las más antiguas efemérides ni siquiera cumplen un siglo, el primer hipódromo, construido en 1916,  es casi un mito fundacional que se anticipó a  los idílicos años veinte, cuando Tijuana, como el París de Hemingway, era una fiesta.

Aquella mítica Tijuana escenificada en el bucólico  Patio de las Palmeras y el Salón de Oro del Casino Agua Caliente donde pasearon Rita Hayworth, Bing Crosby y Clark Gable

El sitio donde Dolores del Río filmó In Caliente y donde, según las malas lenguas, Al Capone apostaba su fortuna.

El primer hipódromo, con gradas de madera, se ubicaba en las inmediaciones del Río Tijuana, cerca de la garita, en donde actualmente se ubica el centro comercial Pueblo Amigo. Este viejo hipódromo fue echado a andar en 1916 por el estadounidense James Coffroth y su apertura representó el primer gran golpe a los comerciantes y cantineros de la Avenida Olvera, para entonces  llamada Avenida A, pues las carreras de caballos absorbían a la totalidad del turismo. 

El hipódromo estaba apenas a unos metros de la línea fronteriza y para llegar a él no era preciso atravesar el Río Tijuana, misión de lo más peligrosa.
Los comerciantes de la Avenida A veían con horror como el hipódromo les robaba la totalidad de sus clientes, por lo que idearon un tranvía que aguardaba a los turistas justo en el cruce fronterizo y los llevaba a las puertas del Tijuana Fair, donde el juego, el alcohol y las mujeres les daban la bienvenida en la puerta.
 
El pequeño problema es que los turistas, ya alcoholizados, debían cooperar con la fuerza de sus brazos para voltear al tranvía y ponerlo en la ruta de regreso a la línea internacional desafiando al crujiente y tambaleante puente de madera que cruzaba sobre el río.
 
Cuando el censo de 1921 contó mil 228 habitantes  en Tijuana, el mojigato presidente estadounidense  Wilson ya había sometido a su pueblo a una sobriedad forzada que se tradujo en los años de oro de la antigua Tijuana, que ofreció a los estadounidenses las bebidas  que en su país les prohibían.  
 
La de los 20 fue la década de mayor bonanza en la historia de una Tijuana que hervía de sedientos turistas quienes dejaban sus dólares  y sus almas en las cantinas. Por once se multiplicó la población tijuanense en sólo diez años pues al llegar a 1930, la ciudad sumaba 11 mil 271 habitantes que habían llegado atraídos por las historias de ese cuerno de la abundancia. Fue la década del Foreing Club, de la Cervecería Mexicali, del Jai Alai y del mítico Casino Agua Caliente, non plus ultra del tijuano glamour.
 
Mientras las apuestas corrían y las botellas se vaciaban,  en la cocina del Hotel Cesars Palace nacía para el mundo la Ensalada César, improvisada por Cesar Cardini y Livio Santini para un grupo de aviadores estadounidenses, mientras las primeras aeronaves mexicanas eran fabricadas más allá de la colonia Libertad. 
 
El  Hipódromo Agua Caliente se estableció en su actual ubicación en 1932, cuando aquella zona de Tijuana era un vasto paraje campestre alejado de todo centro habitacional. Las casas y los comercios llegaron mucho después.
 
El antecedente histórico de Jorge Hank en Tijuana fue un personaje igualmente polémico y seductor, cuya vida genera aún controversias. Para algunos fue un empresario modelo cuya creatividad y nivel de compromiso trajeron la época de mayor esplendor en la historia del hipódromo.
 
Para otros, fue un delincuente de cuello blanco, un mafioso que se dedicó a lavar dinero y que acabó su vida en una prisión de California.  Juan Salvatore “Johnny”  Alessio se llamaba ese personaje cuyo nombre va asociado a los años dorados del Agua Caliente. Había nacido en Claksburg, West Virginia, la noche de San Juan de 1910, hijo de empobrecidos inmigrantes italianos, que probaban fortuna en América.  Domenico Alessio y su esposa Rosa Massa emigraron a San Diego en 1920. A diferencia de Jorge Hank Rhon, Johnny  Alessio no nació entre pañales de seda y debió sortear una infancia muy difícil como lustrador de zapatos y vendedor de periódicos en las calles sandieguinas. 
 
A los 19 años el joven Johnny era mensajero del Banco del Pacífico en donde fue escalando rápidamente al puesto de cajero, jefe del  departamento de cambio de divisas extranjeras, subgerente y finalmente gerente. Alessio no nació con la vida resuelta, pero sus años en el banco le permitieron ir tejiendo una envidiable red de relaciones públicas con comerciantes y empresarios.
 
Del banco brincó a la subgerencia del Hipódromo Agua Caliente en 1947 y en 1953, justo en el año en que Braulio Maldonado se convertía en el primer gobernador constitucional de Baja California,  que apenas había sido erigido como el Estado 29, Johnny Alessio era nombrado director ejecutivo del centro hípico.
 
Los años dorados del Hipódromo Agua Caliente estaban por comenzar.  Innovador y revolucionario por naturaleza, Alessio impulsó algunas novedades como el casco protector  marca Caliente para los jockeys, la pista móvil para las carreas de galgos y el sistema de apuestas 5 y 10, punto de referencia de Tijuana para el mundo hípico,  adoptado en Estados Unidos,  Japón, Sudáfrica y Canadá entre otros países, que registraron bolsas de apuestas de estratosféricas cantidades con este sistema. 
 
Un  nuevo milagro tijuanense se gestaba entre las patas de los caballos mientras Alessio expandía sus inversiones hasta Ciudad  Juárez en donde  empezó la construcción de un nuevo hipódromo en 1965.  
 
Alessio también jugó el rol de benefactor y filántropo aunque con mayores alcances, pues  construyó al menos diez escuelas, además de donar despensas y juguetes cada Navidad. Alessio  no sólo fue presidente del Club Rotario de Tijuana, sino que también recibió cantidad de reconocimientos como Caballero de la Distinción, Señor San Diego y Señor Tijuana. Pero al igual que Hank, Alessio también tejió una interesante  leyenda negra. 
 
El bondadoso empresario fundador de escuelas y generador de sonrisas infantiles, era considerado  un criminal por el Gobierno Federal de los Estados Unidos.
Mientras el ex presidente Miguel Alemán Valdés, como cabeza del Consejo Nacional de Turismo, le entrega  un reconocimiento por haber hecho crecer tan significativamente el turismo gracias al Hipódromo, el gobierno estadounidense lo investiga y le embarga sus hipódromos de Ruidoso y Sunset Park por supuesta evasión de impuestos, antes de aprehenderlo y meterlo en prisión.
 
Una época de bonanza y glamour que acabó  reducida a cenizas cuando las llamas consumieron al Hipódromo Agua Caliente. ¿Un incendio provocado por el propio Alessio para escapar de sus deudas y tratar de tapar sus corruptelas? El fuego siempre ha dado lugar a sospechas en Tijuana.