Por Maru Lozano Carbonell
Se dice que trabajar es hacer un esfuerzo personal para producir con un fin económico; el trabajo sirve para vivir, solo que hay quienes viven para trabajar. Entonces ¿sería “adicto”?, y de las adicciones que existen bueno, por lo menos esta deja dinero, reconocimientos, trayectoria y varios beneficios más ¿o no?
La adicción al trabajo es igual de auto-destructiva que todas las demás e igual no puede ser controlada voluntariamente por quienes la padecen.
Es curioso pero el workaholic sabe que dentro de él algo no anda muy bien, sin embargo, todo su círculo social y laboral elogia su conducta, su manera de desempeñarse y empieza por experimentar confusión. Se confunde porque ni modo que todos aplaudamos la adicción al alcohol, a las drogas, a la comida y demás focos de vicio.
Esta dependencia psicológica al trabajo es como el “dolor que todos aplauden”, dice la terapeuta Martha Nava. Es adicción cuando solo el estímulo de la actividad es importante y está por encima de todo para no tocar nuestro estado de ánimo.
Los que trabajan de más evitan algo, concretamente, el contacto con alguien; ese alguien puede estar vivo, muerto, lejos o simplemente en su recuerdo. Si la persona descansa, tocaría exactamente eso que no quiere afrontar porque cree que no podría soportar el fracaso, el ridículo, el rechazo y tantos “no” que se dan a nivel personal.
El workaholic convierte la realidad externa en una amenaza para él mismo ¡qué ironía! Está afuera pero a la vez no sale de sí. Cuidado entonces si ya no te interesan otras actividades, si crees que es poco importante todo lo que no sea trabajo, si ya no hay contacto con amigos, si se esfumó el tiempo libre y se trabaja en casa, si se llevan proyectos a la sala, si el teléfono ya solo lo puede contestar un adulto porque puede ser de negocios, si ya no hay relación con la pareja, es más, lo avientas con los hijos al cine o donde sea con tal de que te dejen en paz, se experimentan problemas de sueño, fatiga crónica, problemas con la nutrición y los temas de conversación resultan tontos si es que no tienen que ver con tu ámbito laboral.
Atención si te sientes útil de más, si te sientes que tus superiores te valoran, si trabajando escapas de los problemas de familia o evitas responsabilizarte de hijos y todo lo que ello implica porque en realidad creo que se estaría cubriendo un asunto no resuelto de inseguridad y temor al fracaso con la coraza del trabajo y aprobación inmediata por el jefe y el dinero que se gana.
La solución gradual sería ir haciendo contacto con “todos los sentidos” ante cada situación y, antes de hacer algo, ¡decirlo! Por ejemplo, “voy a dejar de comer con mi familia para salirme de la casa al patio para llamar a un cliente…”. Hacer esto aterriza tu distracción familiar y hace que a lo mejor pospongas o apresures lo que tenías por impulso decidido a hacer. Y ya si la cosa está muy grave, déjate ayudar por un experto en psicoterapia porque acordémonos de lo que una vez dijo Confucio: “Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”.