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Por El Recomendador 

Trece razones

En este caso, Netflix nos ofrece en este 2017 una serie de TV con un tema por demás actual y doloroso y que interpela a nuestro mundo globalizado. Hace referencia a algo tan fundamental como el ambiente educativo en secundarias y preparatorias al que une el problema del suicidio de los muchachos y el acoso o bullying, la promiscuidad sexual y el acceso fácil a las drogas de todo tipo.

Se trata del gran misterio y del gran drama que es la adolescencia. La serie deriva de una novela escrita de 2007 con el mismo nombre por Jay Asher. Fue adaptada por Brian Torkey. La trama gira en torno a una hermosa estudiante que se suicida después de una serie de fracasos culminantes, provocados por individuos específicos que fueron sus compañeros de su escuela. Son trece episodios en que la futura suicida va relatando crecientes fracasos y su deplorable ánimo. Su tendencia al suicidio es muy clara. El ambiente de gran egoísmo e increíble crueldad inunda a la propia escuela. La política escolar es consentir a deportistas exitosos, más que a formar personas solidarias que sepan aprender a ser libres. La escuela vive de espaldas a las pasiones que atormentan a sus estudiantes.

Esto no es algo insólito en la actualidad. El ambiente escolar, predominante mercantil y burocrático es ajeno a lo que se vive. Y los padres de familia profundamente desorientados en su mayoría, no acuden a instituciones que podrían orientarlos en la dificilísima misión de educar a sus hijos adolescentes. La escuela no es capaz, en general, de elevar el nivel de su propia educación. Materialismo egoísta, subjetivismo y confusión de los valores es lo que predomina.

El Facebook es un buen lugar para darnos cuenta de que no estamos en una sociedad que quiera educarse a sí misma y quiera hacer virtuosos y felices a sus miembros. Materialismo y estupidez son hoy la única base de lo que hoy se entiende por “éxito”. Lo que nos ha llevado al consumismo en vez de a cimentar a fondo a las familias y lanzar a los hijos al amor y a la solidaridad. Los anti-ejemplos son la regla, casi nunca la excepción.

Recurro como un ejemplo a lo que está de moda: los malos consejos que abundan en películas, imágenes, canciones, publicidad. ¡Deja que decida tu corazón! Este sentimentalismo subjetivista viene enterrando a la virtud de la prudencia. Ya no se trata de elegir, entre lo bueno, lo mejor para vivir virtuosa y felizmente, se trata de las soluciones facilonas y rápidas: entre más sentimentales mejor, entre más espontáneas, mejor. Nada de tener que reflexionar, porque eso no nos da “felicidad”.

Ninguna de estas modas es buena consejera No dan las relaciones más estables y profundas que necesitamos. La miopía de este sentimentalismo subjetivista es evidente: Cada vez crece más el suicidio entre los jóvenes. Qué difícil resulta prevenirlo y qué poca gente se ocupa de humanizar a los muchachos precisamente en estas crisis tan frecuentemente trágicas de la adolescencia. ¿En manos de quién poner a tu hijo cuando está en plena crisis dolor y desconcierto?

Hoy casi nadie, ante los suicidios que nos rodean, puede dejar de reprocharse no haberse dado cuenta de que alguien a quien quisimos mucho requería de ayuda urgente y ni siquiera supimos ni pudimos percibir qué es por lo que estaba pasando.