Por Maru Lozano Carbonell
A inicios de semana nos encontramos que hay una denuncia penal en contra de una maestra que laboraba en la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas por supuesto abuso de corrupción de un alumno. Situación difícil porque se trata de un menor de edad.
Puedo compartir que yo trabajé muchos años en la preparatoria y los directivos, administrativos y docentes, son arduos trabajadores de la educación.
Un caso aislado no podría representar lo que por 45 años ha sido el prestigio y evolución de un lugar como la preparatoria a la que nos referimos.
Es importante resaltar que la familia del estudiante acudió en primera instancia a la Asociación de Padres de Familia, misma que inmediatamente llevó con los directivos. Ellos dieron curso administrativo al tema. Recordemos que, en una escuela oficial, hay procedimientos que seguir no tan rápidos ni tan sencillos como se quisiera. Finalmente, la maestra ya no está en la escuela.
A la par, la familia del menor hizo lo propio acudiendo a la Agencia del Ministerio Público de Delitos Sexuales a denunciar.
Situación difícil para la preparatoria que tiene 5 mil alumnos, la más grande, con un historial educativo que resuena y que siempre está en los medios. Por ahí han pasado docentes comprometidos, directores, administrativos y trabajadores en general que forman parte de la comunidad educativa que, como en toda escuela, lo que se pretende es formar, no deformar. No permitamos que una situación contamine el sentido por el que todos van.
Situación difícil para la maestra que por error y en su calidad de docente, equivocó el lugar y el momento para actuar. No puedo imaginar cómo se sentirá al haber tocado la esfera educativa, el plantel, el corazón y la memoria de muchos, incluso de ella misma.
Situación difícil para la familia del alumno al cual le faltó ser encauzado y monitoreado a tiempo. Duro es notar que hay que solucionar un conflicto cuando lo que se supone es que el estudiante esté ocupado solo en sus tareas y proyectos de escuela, de familia y amistades acordes a su edad.
Una familia comparte a su menor de edad con la sociedad y ¡no podemos fallarle! Pero cuando algo sucede, la responsabilidad es de todos, incluso del joven que ya piensa. No dejemos que salgan a la calle sin asegurarnos a dónde van, a qué van, con quién van. Sin miedo, pongamos límites en casa y en sus dispositivos personales para saber qué comunican, cómo piensan y qué traman.
¿Cómo es posible que a los 15 o 16 años un joven esté a altas horas de la noche fuera de casa? Aquí no se trata de confianza sino de coherencia. En el hogar debemos resguardar a los hijos, protegerlos y ofrecerles un ambiente de unión y valores.
En la escuela se supone estarían formándose con los mejores docentes, no es justo que, por hechos separados, toda la docencia se salpique de mala fama. Es como los casos de ciertas autoridades religiosas que fallan, se aprovechan de su investidura y sin pensarlo, dañan a toda una congregación.
Una vez dijo el actor italiano Vittorio Gassman: “El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas, una para ensayar y otra para actuar”. Aquí la compasión primero y avanzando siempre.