Por Ana Celia Pérez Jiménez
Las cosas que no sabemos cómo podemos imaginarlas, y hablo específicamente de todo para ser algo contradictoria.
Las cosas que no sabemos pero tenemos la necesidad de aparecer a momentos como puentes de la imaginación como es pieza necesaria del rompecabezas que no sabemos cómo será pero sabemos que es necesaria.
Uno tan fijado en ideas con lo que necesitamos y olvidamos, que para eso sé andar por el primer escalón o dar el primer paso, tan fijado con las palabras, con la meta, que olvidamos parte del camino y otros por completos que tenemos que accionar para llegar a ese punto.
Hay tanta riqueza en la teoría, en el saber colocado en palabras, en el abstracto que representa o en la figura que dibuja, ¡y sí!, nos enamoramos de las formas de representar más de lo que representa y de qué nos sirve eso que se representa como medio y en la vida.
Hay tanto que el tiempo no me permite conocer, porque no diré que es la ignorancia, diré que es el tiempo para presentarme con aquello debo de conocer, creo que hasta ahora lo que conozco ha ido a la par de mi edad, pocas cosas me llamaría avanzada, y de lo poco que sé un poco más para qué escribirlo, no será novedad para nadie mayor que si o tal vez y sí, pero estoy siendo muy vaga con lo que describo o muy perezosa para entrar en este momento en detalles.
Y luego entramos todo en ese mundo imaginario, del tan solo saber de más jóvenes lo que sabemos ahora, y es que tanto va con lo empírico que con lo natural puro del nacer, la mayoría de las cosas que recuerdo y sé de corazón es porque las viví y no solo eso, las discerní y analicé y no me quedo de otra. Saber y conocer son dos cosas diferentes y hay días que las confundidos, pero quisiera saber más al ir conociendo y al irse conociendo, siempre hay algo que lo limita, no sé si es el físico y con eso me refiero a los órganos que lo procesan o serán estados del alma que te dejan como esponja solo absorber un tanto, pero hay tanto que desconozco, hay días que caigo como Sócrates en que no sé nada.