Por Manuel Alejandro Flores
No pensé llegar a coincidir en las mismas mesas que este hombre notable de nuestra comunidad. En mi adolescencia llegué a un grupo de jóvenes llamado Juventud Activa Católica Cachanilla (JACC), en mi natal Mexicali, el coordinador en aquel entonces era un joven de nombre Luis Juárez Fernández, sobrino de Ricardo Fernández Candia.
Él nos invitó, a mis 13-14 años a pegar engomados del candidato a diputado federal por el PAN en algunos cruceros de la ciudad de Mexicali allá por 1996. Ricardo fue diputado federal. Nos acompañó en algunas ocasiones a los famosos tacos de los “Jugos Bamoa” en la Justo Sierra de la capital.
También lo escuché dar temas en retiros de carácter espiritual, lo escuché actualizando el panorama político de México o de Baja California en distintas mesas, lo escuché en charlas con cacahuates y un buen vino en algunas salas de aeropuerto esperando nuestro vuelo.
Nunca olvidaré su sonrisa siempre serena, su aguda carrilla que nunca era ofensiva pero que te invitaba a ser hábil y prudente en lo que habrías de contestarle, su inmensa sabiduría de los temas humanos y espirituales y su enorme disposición siempre para ayudar en lo que se ofreciese. No había alguien como el Sr. Fernández Candia para delegar y convencerte de que tú eras la persona idónea para desarrollar una tarea u otra. Además, tenía una gran autoridad moral, pleno conocimiento y relaciones excelentes que siempre ayudaban a que cualquiera que fuera la tarea saliera de mejor forma.
Ricardo murió de Covid-19 hace unos días. Se suma a una lista terrible de más de 130 mil mexicanos que han dejado este mundo por esta enfermedad (al menos los que reconoce el gobierno). Deja dos hijos maravillosos con los que pude ir de Misiones de Semana Santa a través del Movimiento Misionero Juan Pablo II. Richard y Claudia seguramente están muy agradecidos por el don de tener un padre amoroso y entregado a su misión como esposo y padre de familia.
Ricardo tuvo un currículo de vida que lo convirtió en un verdadero vertebrador social: fue director de Coparmex en Puebla y asesor cercano de la Coparmex en Mexicali, militante activo de Acción Nacional desde muy joven que lo llevó a ser diputado federal por el distrito correspondiente a la zona urbana de Mexicali, fue presidente nacional de la Alianza de Maestros (ALMA) y miembro del consejo nacional de la Unión Nacional de Padres de Familia.
Dedicó buena parte de su vida a la educación, sea desde la estructura del sistema educativo, sea desde la sociedad civil. Ahí fue donde nuestros caminos se cruzaron.
Mi mentor y amigo hizo bien su trabajo. Lo sé porque, aunque nunca podré llenar sus zapatos e imitar sus virtudes, me fue llevando poco a poco a sentarme en casi todas las mesas donde concurría: La Mesa de Cultura y Educación organizando proyectos desde la Unión Nacional de Padres de Familia y ALMA. La mesa de la Coalición para la Participación Social en Educación (COPASE) en donde ambos fuimos consejeros, la mesa del Instituto de Políticas Públicas en materia Laboral (IPL) con el que organizamos un foro sobre “el futuro del trabajo en México” juntamente con la UNID, de la que soy orgulloso rector en Tijuana.
Espero que también, en su debido tiempo, interceda por mí en la mesa celestial para gozar junto con el de la vida eterna en presencia de Dios. Muchas otras cosas hizo mi amigo, formador y mentor en vida, que por cuestiones de espacio no puedo mencionar en esta columna, pero sí honro la memoria de un hombre que en vida sirvió a su comunidad, transformó su entorno y trascendió como quien hizo lo ordinario de manera extraordinaria.
Te vamos a extrañar Ricardo Fernández Candia. Que digan en mi haber que fuimos contemporáneos y que tuve la oportunidad de vivir en los tiempos del “Cacique” como cariñosamente le decían algunos íntimos de sus amigos.