Relaciones bilaterales: Una grieta que México no creó

Por David Saúl Guakil

Desde hace días vivimos una incertidumbre en el país provocada por la cerrazón y actitud proteccionista de nuestro vecino inmediato del norte al aplicar aranceles al aluminio y acero mexicano. Primero dijeron que ese impuesto no aplicaría para países integrantes del TLC, luego que “siempre sí” y ahora, con esta aplastante decisión que desata a todas luces una guerra comercial sin precedentes, donde seguramente no se beneficiarán ninguna de las tres naciones involucradas. México reaccionó de manera justa e inmediata, aplicando aranceles a varios productos norteamericanos que entran a nuestro país, “amor con amor se paga”, creo que es hora que nos demos cuenta del potencial que representamos como nación, que poco y nada tiene que ver con ‘aquel’ México de 1994, porque hemos avanzado en las fases industriales y comerciales poniéndonos a competir de manera genuina y con derecho ganado, con los mercados internacionales. El aprendizaje y la experiencia ganada a pulso, hoy nos sitúan entre los países de mayor productividad, en rubros tan disímiles como el armado de automóviles o televisores de alta gama y la elaboración de productos manufacturados de primera calidad, -que por cierto representan el 89 por ciento de las exportaciones-, todo esto con la hechura y destreza de una mano de obra joven, certera y especializada como la nuestra.

El presidente Trump no tomó en cuenta varios aspectos de una relación bilateral y de posición geográfica que nunca se podrán modificar, porque el intercambio de personas, especialidades, productos y conveniencias mutuas, van más allá de cualquier rebuscada retórica partidista con tintes absolutamente políticos, o de un caprichoso enojo circunstancial y mucho menos de una postura totalitaria donde se quiera imponer la ley del más fuerte, cuando en este caso el supuesto “débil” puede resultarle de mucha utilidad para el crecimiento de su propio país, por más poderoso que éste se crea o se sienta.

Para seguir agrandando la grieta entre los dos países, a unos metros -o centímetros- de Tijuana, ya se está reconstruyendo el famoso y cuestionado muro de unos diez metros de alto, en lugar de los tres que tiene actualmente, otro acto hostil del presidente vecino y quienes lo secundan en este proyecto-realidad que representa una vergüenza mundial.

Costó muchos años derribar aquel oprobioso muro de Berlín que separaba a Alemania y fue hasta aquel nueve de noviembre de 1989 que se pudo concretar el grito sagrado de libertad y libre albedrío para aquellos pueblos divididos por mezquinos repartos de las naciones grandes y falta de buenas voluntades políticas.

Todo país tiene derecho a proteger sus fronteras y ponerle la solución que ellos crean conveniente, nada más que en este caso que nos compete, no se tomaron en cuenta factores que hacen a la buena convivencia ni al intercambio comercial y cultural que seguirá uniendo a los dos países y que hacen de esta región un lugar único de trabajo, dedicación, y esfuerzo, que aprovecha las cercanías para seguir trabajando por el bienestar de ambos.

Lástima grande que esto no se entienda así por parte de las autoridades de los Estados Unidos y sigan creando un clima desbordante de rencores e intenciones perniciosas.