Raíces y Alas

Por Maru Lozano Carbonell

Justo esto es lo que podemos dar a nuestros hijos, raíces y alas. Por treinta años me dediqué a fortalecer y enriquecer las raíces, así como a formar sus alas. Como si se hubieran puesto de acuerdo, mis hijos se independizaron y volaron a sus nuevas casas al mismo tiempo.

El orgullo y la satisfacción que se siente son inmensos, pero el dolor también. No es quedarme con la pareja porque no tengo, es de pronto verme sola. No desolada pero sin ellos aquí conmigo.

El vacío es fértil, lo que puedo compartir es que el hecho de sentir que ya no dependen de mí es buenísimo. Pero se siente raro que la gente me felicite o me digan que es “ley de la vida”; de pronto eso no lo entiendes.

No faltó quien me dijo que ya me consiga novio, que ya puedo hacer de mi vida un papalote si quiero, cuando lo que deseo es que llegue el momento de poder verlos.

Alguien en mis redes sociales me dijo: “Lo mejor que podemos darle a nuestros hijos es raíces y alas”. Me llegó profundamente, me hizo sentir útil, que todo valió la pena.

Al principio hasta miedo se siente, el eco corta, sin embargo, me he quedado con la mejor parte: “Yo misma”, así que ya veré que hago conmigo y qué puedo decirme a través de mis hobbies, mi trabajo, mis alumnos, mis amigos, mi familia…

Cuando te quedes sin esa gente con la que compartías la casa, date calor para que puedas seguir ahí, donde a ellos les guste regresar, abrazar, sentarse, descansar y recordar. Saber que pueden encontrarte a ti y encontrarse en los objetos de la casa, es importante.

¿Recuerdas cuando te gritaban: “Mami mira cómo hago esto”?  Bueno, pues ahora es igual, sólo que no te lo dicen como cuando eran pequeños, así que sigue aplaudiéndoles y sigue haciéndolos sentir que te tienen.

Crear una nueva vida que gire en torno a ti, asumiendo la realidad de la pérdida. Es normal sentir pena, ganas de llorar, pero pasará.

Expresa lo que sientes con libertad y permite que salgan esos sentimientos sin censura. Escribir lo que te está sucediendo es muy bueno. Podrás sentir tristeza, desgano, apatía. Es natural, las mamás sentiremos dolor, pero que no lo transformes en sufrimiento, es decir, en pensamientos negativos. Si te portas como víctima, difícilmente evolucionarás, difícilmente querrá la gente acompañarte.

Agradece todos los días lo que has vivido. Adáptate a tu nueva vida y redirige tu energía, incluso en autocuidado personal, produce, estudia algo, haz vida social y familiar. Ayuda en alguna Fundación porque hay mucha gente que te necesita. Que tus hijos no te vean como la “obligación” del fin de semana, sino como la opción alegre que supone verte y contarte mil cosas.

Tus hijos adultos son lo que ya olvidaste de repente, tú eras como ellos, acuérdate de la edad que tenías cuando te fuiste, dónde estabas, cómo hacías tu vida, dónde estaban tus padres. Déjalos volar y goza lo alto que pueden llegar. Que sepan con tu actitud que cuando te necesiten, ahí estarás. Crecer duele, pero ¡es crecer! Con independencia física, económica y emocional. El hecho de que vuelen significa que has trascendido en ellos, así que ¡buen trabajo!