Por José A. Ciccone
Cada vez que en nuestro país experimentamos un acto cívico de participación comunitaria, vamos notando cambios que se producen en distintas regiones de México. Las últimas elecciones del pasado 6 de junio fueron prueba de ello, los cambios se siguen produciendo conforme avanzan, en algunos casos crecen en participación las convocatorias nacionales.
Muchas veces no entendemos lo comunitario como un sistema de relaciones sociales, que aunque dinámicas determinan conductas. Si lo comunitario no lo identificamos con los sistemas sociales, ¿cuál sería entonces el contexto que nos permite comprenderlo?
Entiendo que hacer política es actuar en la vida pública arbitrando los medios masivos de comunicación -redes incluidas-, con la intención de mejorar la calidad de vida de todos los miembros de una sociedad, sin excepciones odiosas que puedan opacar el objetivo.
La misma sociedad, como estructura, es un sistema organizador y administrador de la vida social en común, aunque en realidad, toda estructura o sistema mantiene el equilibro entre las partes, pudiendo modificarse al servicio de los miembros que la componen.
Pero ¿qué sucede entonces cuando el sistema se endurece y se pone al servicio de un sector determinado, marginando al resto? Las alternativas más ricas de la vida pública, se establecen cuando existen diferentes grupos ideológicos que entienden el problema de distinta manera y por lo mismo, proponen soluciones variadas que pueden enriquecer la buena voluntad para una feliz y viable conclusión.
Suena bien siempre que nos pongamos de acuerdo, tarea complicada en cualquier relación humana y en política mucho más, porque generalmente en este campo -salvo honradas y escasas excepciones-, se trata de sacar ventaja de la debilidad numérica del otro, de sus exiguos recursos económicos, de la falta de pericia en su contacto con los demás, o de su aparente mala fama.
En nuestros días y a nivel mundial, se estaciona un problema que lo entiendo como diferente por prevalecer una manera globalizante de manejar las políticas públicas. La economía concebida y generada, por un lado con subsidios populares y paternalismos excesivos de los gobiernos de izquierda, por el otro, aplicando un capitalismo dominante, miope, insensible y desactualizado, productor de bienes y servicios a su control y antojo.
Ninguno de los dos supo cómo bajar la pobreza en toda Latinoamérica, -no se salvó nadie-, las estadísticas actuales lo comprueban-, ni siquiera supieron cómo establecer equidad, sino todo lo contrario, la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco, es cada día más grande.
Sobran los discursos impecables y “coucheados”, adornados con buenas intenciones, pero faltan las buenas concreciones, los resultados felices parecen estar siempre del lado de quien los anuncia, puede tratarse de un Municipio, pasando por un gobierno estatal, hasta el mismísimo gobierno central, alejado en distancias y diálogos.
De lo comunitario surgirán las soluciones, no de la interpretación de los conflictos que llevan una larga data, lo comunitario tiene fuerza transformadora, cualquiera que sea el objetivo perseguido, desde un cambio favorable en la vida cotidiana, hasta en la renovación o revocación de autoridades y partidos políticos que no nos convencen, porque no concretan sus loables intenciones, mientras nosotros nos hundimos en la desesperanza.
La unión de voluntades con el propósito de cambio, nos hace participar de otra fuerza subyacente, que curiosamente no conoce el objeto del deseo, sino que capta el anhelo común de superación en todas las partes.
No perdamos de vista que la condición esencial de la política es la pluralidad, esto significa que son los seres humanos y no el hambre, los que habitamos este Planeta, por lo tanto el hacer política, en su sentido más profundo, el de la polis griega que dejaba de lado lo útil y necesario doméstico, para encontrarse liberado con los demás en una identidad comunitaria que solidariza de forma permanente. Negarse a vivir en un marco donde exista y prevalezca la dignidad humana por sobre lo material, es como afirmar que la vida merece sólo vivirse donde mande el triunfo, la riqueza y un pronunciado desarrollo económico.
“No hemos venido a este mundo sólo para tener éxito, sino a vivir con dignidad” decía la Madre Teresa de Calcuta. Sabias palabras que debemos transmitir con claridad a quienes nos rodean, haciendo hincapié en las nuevas generaciones de mujeres y hombres que manejarán el destino del mundo.