¡Nuestra temporalidad!

Por José Cervantes G.

“El pesimismo es asunto de la inteligencia; el optimismo es de la voluntad”. Antonio Gramsci

Cervantes escribió, en “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, que “El fin de la guerra es la paz”.  Es paradójico pero la guerra no tiene ningún beneficio más que la paz. Después de las batallas, al terminar las hostilidades y contar los daños y los muertos viene necesariamente la calma y la reflexión para curar las heridas y los resentimientos.

 

Las guerras sean entre connacionales o contra los nacionales de otros países son fratricidas considerando que la especie humana es una sola. Parece que el sino de la humanidad es el conflicto y la guerra.

No ha pasado un año en la historia del hombre sin un conflicto bélico en algún punto del orbe.  Podemos decir que cada día de nuestra historia existencial es una vida, o más de una, dependiendo de los acontecimientos sucedidos y experiencias  buenas o malas en cada jornada cotidiana.

Luego podemos decir que tenemos muchas vidas, pero tenemos solo una muerte. Basta un solo día para morir y muerte solo hay una. Nuestra vida tiene muchas páginas pero sola una de éstas es para la muerte.

La muerte llega siempre intempestiva. Raramente avisa y da tiempo de hacer arreglos, empacar algo, ofrecer disculpas, pedir perdón pagar o cobrar alguna deuda o resolver algún pendiente. La muerte llega como ladrón en la noche, pero no a robar sino a acompañarnos a un largo viaje sin retorno. La muerte es la única experiencia que no se puede compartir con  nadie, porque es la ausencia y el mutismo eternos.

Lo que no hicimos o dijimos durante los días indeterminados de nuestra vida, no lo podremos hacer ni decir en la muerte.  La muerte la traemos colgada de nuestras pestañas y no la vemos, sino cuando muere algún familiar amigo o conocido. Entonces recordamos y reflexionamos nuestra fragilidad y temporalidad. Y más, mucho más,  cuando día a día vemos y escuchamos que nos matamos con o sin razones, con o sin móviles, que no sean la venganza, el dinero, el poder, el placer y la locura, o quizás lo peor por alimentos o medicinas.

En los extremos  existenciales bastaría un trozo de pan y un vaso con agua para sobrevivir, pero la ambición de algun@s es excesiva. Queremos tener todo lo que se pueda aunque no lo necesitemos ni lo podamos disfrutar siquiera. El furor de los deseos y excesos nos hacen olvidar lo poco que necesitamos para vivir, y que al momento partir aunque quisiéramos no nos podemos llevar nada y de nada nos serviría en ultratumba.

La madre tierra tiene para todos y nos da generosamente a todos lo que necesitamos pero no todo lo que queremos ni, mucho menos, lo que deseamos.  Los mexicanos llevamos dos siglos en guerra fratricida por la riqueza que es de todos y debe beneficiar a todos equitativamente, por eso la acumulación de bienes es una infamia, particularmente cuando es malhabida.

 

*José Cervantes Govea  radica en Tijuana, es Contador Público egresado de la U.A.B.C. y Abogado egresado de UNIVER Tijuana. Acepta comentarios a jocegovea@yahoo.com