En 1973 en la ciudad de Estocolmo, en un asalto bancario, los ladrones que perpetraron el asalto retuvieron en calidad de rehenes a los empleados del banco durante varios días, como medida de presión para evitar que fuerzas de seguridad irrumpieran en el banco con la intención de tomarlo a sangre y fuego.
Al momento de la liberación, un periodista fotografió el instante en que una de las rehenes besaba a uno de los secuestradores. Este hecho sirvió para bautizar como «Síndrome de Estocolmo» a ciertas manifestaciones de la conducta que demuestran afecto entre los captores y sus rehenes.
En 2014, Carlos Barboza Castillo, ex Dirigente de las Juventudes Priistas en Tijuana, ex Regidor del Ayuntamiento de Tijuana, ex Presidente Municipal del PRI en Tijuana, ex Diputado Local del PRI por la vía de representación proporcional, acusa en una conferencia de prensa al Embajador de México en Argentina, Fernando Castro Trenti, de haber mantenido secuestrado al PRI por más de veinte años.
Coincidentemente, ese periodo en que señala Barboza que el partido político al que pertenece sufrió la pérdida de su libertad –contra su voluntad, para que se cumpla el requisito de secuestro coincide con el tiempo en que Barboza escaló las posiciones políticas descritas en el párrafo antecedente. Dicho en otras palabras: Carlos Barboza fue uno de los beneficiarios del secuestro que denuncia veinte años después de haber tenido conocimiento de su existencia.
“Cuando quise gritar no pude, y cuando pude gritar no quise”, sintetizó en su declaración una doncella que perdió esta condición –la de doncella- cuando ella sí fue privada de libertad en contra de su voluntad, aunque en coincidencia con el ahora denunciante, ambos parecen haber encontrado más motivos de disfrute que de pesar durante el cautiverio.
El Síndrome de Estocolmo parece cobrar una nueva víctima en la persona de Carlos Barboza Castillo. Recién nos venimos a enterar de los diversos cargos de elección –de los de consuelo, que conste- que se vio obligado a aceptar durante los años que duró el cautiverio. Pero esta variante del síndrome que padece Barboza, es muy especial, pues está también ligada al mal de Alzheimer, el de la pérdida progresiva de memoria.
Secuestrado, desmemoriado y enamorado de su captor, Barboza recuperó la libertad tan súbita y secretamente como la perdió, le arrebató también los archivos de la memoria perdida al temible Alzheimer, y transformó en odio lo que durante veinte años fueron manifestaciones de conducta que demuestran afecto entre los captores y sus rehenes.
Más aún, Barboza está convencido que el largo secuestro sufrido, lo califica en automático para ser ungido como Presidente Estatal del partido político que, con todo y cautiverio, constituyó su trampolín electoral.
Crucemos los dedos –o hagamos apuestas- en anticipación a que en el 2034 no convoque a conferencia de prensa Carlos Barboza para denunciar que fue víctima de un secuestro hípico….