Por Maru Lozano Carbonell
¿Qué hace que en la casa, en la escuela, en la oficina, en reuniones, alguien caiga mal? Hay varias cosas, su impuntualidad, no entrega en tiempo y forma, su manera de hablar, critica a todos, publica indirectas en redes, toma llamadas o usa el celular mientras estás con esa persona, la arrogancia que desprende su apariencia y manera de conducirse.
Cuando alguien tiene un comportamiento manipulador, metiche, falta frecuentemente a la verdad y es negativo, sin duda es como una nube negra que deprime el ambiente.
¿Se dan cuenta de que caen gordos? En realidad, si supieran eso y les importara, modificarían su conducta, sin embargo, si se sienten divas o divos, todos estamos mal, a todos nos falta crecer y es hasta que huelen el peligro que se comportan diferente.
Cuando en casa un miembro de la familia es mal-vibroso, todos le dicen cien por cien lo que causa enojo, por ejemplo: “Eres un consentido, yo no sé por qué mi mamá te da todo si ni haces nada”. Mamá lo abrigará más. Si ya detectaste la fuente, podrías pedirle a ella un espacio para hablar a solas de lo que sientes y pregúntale qué te hace falta para tener y sentir la misma consideración.
En la escuela siempre hay un compañero al que se le favorece más y todos lo detestan, igual, hablar a solas con la autoridad para hacerlo consciente de que afecta y comunicarle que también necesitan atención.
En espacios más solemnes como la oficina, lo que se suele hacer es: “¿Y a todos se nos va a dar la misma oportunidad de llegar tarde…?”. Tiramos indirectas que solo hacen vernos tóxicos mientras el otro goza de su desfachatez.
Sinvergüenzas hay en todos lados, no es nuestra chamba hacerlos notar, pero si todos en cualquier entorno queremos “justicia”, ¿cómo generarla? Más cuando la autoridad -llámese mamá, papá, jefe o maestro ¿no quiere jugar el papel de “malo”?
Si después de comunicarlo directamente, pero hablando en primera persona, no cede, establece límites verbales y silenciosos. Cambia tu enfoque porque esa autoridad difícilmente cambiará, entonces hay que reaccionar diferente. No permitas que el asunto llegue a controlar tus emociones y comunícalo a otra autoridad. Si es en casa, habrá alguien que tú sepas puede controlar, en una escuela quizá un buen directivo o coordinador, en el trabajo, escala si vale la pena.
Siempre hay alguien más arriba que puede poner un alto y lograr que reine la paz. Fíjate, el pasado 21 de enero se celebraron más de cuarenta años que tiene la Mediación en Europa. En Estados Unidos y Canadá es un recurso que incluso, tu seguro lo puede cubrir. En Baja California, desde hace seis años tenemos los mecanismos alternos de solución de controversias pero yo pienso falta que desde las escuelas se enseñe a expresar y gestionar las emociones, permitir que en las escuelas los alumnos sean los mediadores y dejar a los prefectos para casos extremos, si educamos así, extenderemos la costumbre en la casa y por ende en todos lados.
Falta capacitación en empresas para dar espacio a la solución de controversias. No necesitamos un árbitro, necesitamos que nos den el espacio, las técnicas y la oportunidad de cambiar a pesar de los divos. ¡Lleguemos a todos! ¿Te imaginas una capacitación con un psicoterapeuta y un mediador? ¡Qué inversión!