Por José A. Ciccone
Para mi gran amigo Rubén Sarmiento Ortiz,
compañero de rutas profesionales y gran mentor
de muchos empresarios exitosos.
Continuación de la edición pasada
Los nuestros, eran otros tiempos, claro está. Recuerdo vivamente cuando el hombre había llegado a la luna, plantando los primeros pasos de lo que disfrutamos hoy tecnológicamente para tener lo que tenemos. Competíamos por un puesto de trabajo, de otra manera y si al final lográbamos emplearnos, en casa había una fiesta porque nuestros viejos festejaban ese hecho como algo sublime.
El trabajo dignificaba, la atención al cliente era primero, reinaba la educación por lo demás, las drogas eran generalmente de consumo medicinal, para curar enfermos, hoy es de uso habitual para enfermarse. Habíamos sufrido guerras mundiales y civiles devastadoras, estábamos ocupados en restablecer un orden mundial en base a la preparación académica, la ciencia que seguía adelante y con rumbo fijo, el trabajo creador útil y fecundo hacía su parte poniendo creatividad, músculo y buenas intenciones de avanzar. Una nueva revolución industrial y comercial estaba en marcha, nacía un reacomodo de los países, una renovada intención mundial.
También hubo un Kennedy y un Luther King asesinados, hechos repudiables condenados por las mayorías y una incomprensible, injusta, larga y sangrienta guerra de Vietnam, que dejó una estela millonaria de muertes. Gobiernos de facto en Sudamérica, que ponían orden a su manera, de forma violenta y condenable. Un Tlatelolco de 1968, cuya represión empleada avergüenza parte de la rica historia de México. Una juventud del ‘Mayo francés’ que salía a las calles de París a pelear por sus derechos estudiantiles, que movilizó también a la clase obrera de aquel país.
Reinaba la convicción y el amor por la política, hoy destrozada en su genérico, para poder hablar o representar alguna corriente, había que estar preparado y saber qué estábamos exponiendo, la política no era una carrera tan descarada y brutal por prebendas como la de hoy. Teníamos gobernantes buenos y malos, pero todos, absolutamente todos, eran gente con un grado aceptable o sobresaliente en materia cultural, de conocimientos generales y sobre todo, del giro que ejercían, verdaderos maestros, conocedores del rubro. La política primero se estudiaba y se aprendía, luego se ejercía.
La rúbrica de este pequeño recuento es que hay que vivir el mundo que nos toca transitar, respetando al máximo la realidad actual, pero también explicando a los más jóvenes, cómo vivíamos en un pasado con menos tecnología de avanzada, pero con más apego a las convicciones, donde la familia era el pilar que sustentaba los esfuerzos de cada uno de sus integrantes.
No creo que regresarnos totalmente en el tiempo sea bueno, pero sí, debemos echarle un vistazo al pasado para revisar cuantas cosas aprovechables se pueden rescatar de él, sobre todo para que hoy, tengamos una mejor convivencia, porque tengo la impresión que la esencia humana-comunicativa-presencial está perdiendo terreno aceleradamente.