Por Guadalupe Rivemar Valle
giralunas5@hotmail.com
Hace algunas semanas se inauguró en el MUNAL de la Ciudad de México, una exposición muy importante que explora los vasos comunicantes del surrealismo, es decir esta red de personajes que aportaron obras significativas dentro una corriente artística que tiene su auge con pintores como Dalí, De Chirico y Magritte por mencionar sólo algunos de los más reconocidos en el área de la plástica, puesto que en literatura, nombres como el de André Breton, son fundamenta-les. En la exposición aprendemos cómo se insertan, como crean nexos y se reconocen las influencias entre estos creadores cuyas o-bras se inspiraban en los universos oníricos, en los sueños o alucinaciones que brotaron de las mentes desbordadas de cada artista. Por supuesto que los primeros de la lista entre los mexicanos (o extranjeros que producían desde nuestro país por la década de los años 30 y 40), entre aquellos que se aden-traron en esta inagotable veta de imágenes que parecen dislocadas de una realidad, tenemos muy presentes a Frida Kahlo, Remedios Varo o Leonora Carrington.
De lo más sorprendente, resulta saber que como parte de esta gran exhibición, al único mexicano que se le ha dedicado una sala completa es -de las nueve que comprenden la exhibición- nada menos, que al maestro Raúl Anguiano. Artista destacado como el último de los grandes muralistas de la segunda generación pertenecientes a Escuela Mexicana de Pintura y de quien se han ido descubriendo otras facetas, gracias a la intensa actividad promotora de su viuda: la señora Brigita de Anguiano. Es sabido que las historias entre la ciudad de Tijuana y Raúl Anguiano, se han ido tejiendo desde hace varias décadas, cuando Anguiano y Brigita establecen una residencia en California y Raúl veía a nuestra frontera como el punto más cercano a su adorado México. Desde entonces, en aquellos momentos en que la nostalgia por su país apretaba el alma del artista, se organizaba para viajar a Tijuana a presentar alguna exposición, a charlar con los universitarios, o simplemente a convivir con amigos entrañables. Entre los eslabones de una interminable cadena de anécdotas, está su paso por la frontera en sus últimos momentos, cuando un avión militar, enviado por el entonces Presidente Fox, lo traslada en su último viaje a la Ciudad de México. Y por supuesto, la creación de la Sala Anguiano Rutas y la Galería que lleva su nombre, en la Universidad de las Californias. Realmente nos llenó de orgullo saber que Tijuana se sigue vinculando con el gran arte de México a través de Anguiano, ya que cuatro piezas de la Sala Rutas, se integraron a esta exhibición de MUNAL.
El prestigio de Anguiano, sigue creciendo rumbo a la celebración del centenario de su nacimiento a tal grado que muy pronto, en el mismo Palacio Nacional, se dedicará una Sala a su obra. Me pregunto entonces, ¿por qué la colección tijuanense de la Sala Rutas, será prácticamente lanzada a la calle, de su casa, el Antiguo Palacio Municipal? Será que no tenemos las autoridades culturales que la ciudad merece. Ojalá que el patronato de la Sala, nos de buenas noticias de algún espacio alterno, a la altura del querido maestro Raúl Anguiano.
*La autora es promotora cultural.