Por Maru Lozano Carbonell
Esta semana tuvimos el tradicional día de muertos y a esto me quisiera referir hoy. Conmueve el hecho de pensar en algo que entendemos como “seguro” pero difícil de superar. Quizá no es tanto el querer entender la muerte sino poder reaccionar de una manera asertiva ante ella.
La muerte del cuerpo material impresiona muchísimo pero nos reconforta saber que el alma (motor de la vida) sigue ahí en otra dimensión. Realmente quien fallece deja tarea y nosotros tenemos que hacerla porque lo que nos toca es aminorar esa impresión enfocándonos en nuestro propio ser.
Habría que darnos cuenta cómo estamos en nuestro ámbito físico, emocional, espiritual, familiar y social. Si nos dedicamos a pulir estos aspectos, estaríamos más relajados ante lo inminente evitando remordimientos.
Habría que aceptar que la muerte es un gran misterio que tememos. ¿Alguien ha dicho que es mala? ¿Por qué tenemos miedo? Quizá porque se nos olvida que lo único cierto en esta vida es que todos morimos y lo incierto es que ignoramos cómo y cuándo; además de que la experiencia no es muy frecuente.
Eso de tener que reaccionar cuando alguien se ha ido es lo que puede dar miedo. Tener que ceder “mi ego” y dejarme caer en manos de lo sublime, de lo intocable, de lo invisible… ¡de Dios! Esto es posiblemente lo que nos saque de nuestro esquema. Como que se nos descubre nuestro escondite y de pronto nos vemos desnudos, pequeños, vulnerables, sensibles.
Pero en realidad yo creo que es ésta precisamente la gran oportunidad de crecer. Se nos ha sacado de nuestro “ego-centrismo” para abrirnos a la verdad de la vida universal. Y si tampoco entendemos esto ¡no importa! Se escucha grande, majestuoso, vasto, seguro y bonito.
Aunque las costumbres, rituales y ceremonias luctuosas pueden variar de país a país, generalmente se ve que las reacciones de todos son similares. Ante la pérdida obvia hay que ajustarnos, recuperarnos y revalorarnos ahora sin esa persona.
Como que de pronto nos vemos obligados a contactar con un “vacío” y eso nos llena de tristeza. Así que el proceso va a incluir tanto de lo externo como de lo interno, que empieza primeramente con la aceptación de que se perdió a ese ser en esta vida. Ten en cuenta que se necesita “tiempo” y que éste varía porque todos digerimos diferente.
Después de la despedida física (funeral), habría que tener un duelo emocional, confróntate y reconoce la ausencia definitiva del otro y acepta que ahora tienes que reacomodarlo no en el exterior sino en tu interior.
Esta figura toma una nueva forma dentro de tu ser que te ayudará como una gran fuerza a reincorporarte al mundo nuevamente. Todo será diferente, no necesariamente malo o negativo, simplemente nuevo ¡paciencia contigo mismo! Tu actuación en el mundo ahora es otra y estás actualizado porque se pone más atención a la bondad, a la generosidad, al desprendimiento y al continuo crecimiento.
Sería quizá momento de contestarnos ¿ahora qué hago yo? ¡Accionar! Nos conoceremos de otra manera, ¡viviremos! Ante el dolor hay que expresarnos e inundar de lágrimas que rieguen el sendero que nos lleva a un encuentro mágico con ese ser extraordinario que está aquí y que todos necesitan: ¡tú!
Un abrazo y deseo que la fuerza y la entereza surjan pronto al momento de recordar seres queridos.