La magia del otoño

Una de las mejores cosas de vivir en esta parte del mundo, es el otoño. Esta estación ejerce sobre mí un embrujo especial, probablemente porque vengo del desierto, donde desde tierra casi no hay verde y desde el aire, todo es color tierra.

No importa cuántos años tenga ya aquí, cada otoño merece ser preservado en cientos de fotos. Aunque seguramente son los mismos tipos de árboles y hongos retratados cada año, yo sigo maravillándome con ese espectáculo natural.

Hay arbustos que pintan sus hojas de un rojo brillante, plantas que dan unas flores en forma de campanas naranjas, árboles que tiñen sus hojas de un indescriptible color entre café y violeta, y otros que atesoran al mismo tiempo los últimos verdes, junto a amarillos y rojos, dependiendo de las horas de sol recibidas en su follaje.

Hay numerosos bosques donde se puede respirar ese aire frio sin llegar a ser helado, con toques de pino, tierra húmeda, rocío y hierba. Ahí es posible ver al menos una docena de diferentes hongos; desde los que parecen sombrillitas blancas hasta el clásico rojo con puntos blancos, y los de formas inusuales como los que parecen pequeños escalones pardos en los troncos de los árboles y otros que simulan el vuelo de una falda ancha en tonos cafés y naranjas.

Desde el aire el otoño también es espectacular. Las zonas arboladas de las ciudades parecen una alfombra en tonos cálidos, que animan a descubrir los colores particulares de la flora local.

El momento mágico del otoño es a la media tarde, cuando la luz del sol, ya sin tanta intensidad, se filtra entre los árboles y hace un viento suave. Entonces empiezan a llover hojas de diferentes colores, y ese momento se tiñe de una nostalgia atemporal. Es la pirotecnia de la naturaleza que se despide con una explosión de colores.

Pero la magia no termina ahí. Todavía queda tiempo para disfrutar los tapices de hojas en diferentes suelos. Los castaños suelen tapizar todo el piso con una gruesa capa de hojas naranjas. Las hojas rojas de arce crean en cambio un bello contraste al caer en suelos de tierra oscura, mientras que las hojas amarillas de los robles destacan en los suelos conformados por pequeños pedazos de madera.

Siendo del desierto también debería sorprenderme el invierno y sus paisajes helados, pero esa monocromía no se compara a la fiesta de colores del otoño. Acaso la primavera sea un rival si de colores hablamos, pero la fascinación por las flores es popular e innata; se tiene un poco de la variedad de esa estación si hay una florería cerca, pero el otoño hay que disfrutarlo con los cinco sentidos in situ.

Hace algunos años llevé a un grupo de holandeses al Valle de Los Sahuaros, cerca de San Felipe, Baja California. Si ya estaban emocionados con los paisajes desérticos de la carretera, ver los cactus gigantes fue impresionante. Acostumbrados al verde y a vivir realmente las cuatro estaciones, es como estar en otro mundo.

Yo no me acostumbro a la belleza del otoño; la espero emocionada como los niños esperan la navidad.