La insana cortesania hacia el presidencialismo

Por José Cervantes Govea


Octavio Paz escribió en El Laberinto de la Soledad: “El respeto fanático a la persona del caudillo es un sentimiento de origen árabe que se encuentra en todo el mundo hispánico; la religiosa reverencia que inspiran los atributos impersonales del presidente a los mexicanos es un sentimiento de raíz azteca. 

 

El Senado y la Cámara de Diputados  han sido y son dos cuerpos parlanchines y aduladores que jamás han ejercido crítica alguna; el Poder Judicial es mudo e impotente; la libertad de prensa es más formal que real; la radio y la televisión están en manos de dos o tres familias más interesadas en ganar dinero anestesiando al público con sus programas que en analizar con honradez y objetividad los problemas del país. Por último, dueño del Partido y de los medios de comunicación, el presidente goza de una facultad casi ilimitada para utilizar los fondos federales.

 Lo extraordinario es que con semejantes poderes nuestros presidentes no hayan sido ni Calígulas ni Nerones. La razón reside, quizá, en los largos años de disciplina y adiestramiento que el PRI impone a sus fieles. Aparece de nuevo la relación orgánica entre la institución presidencial y el Partido; desde su origen fueron y son realidades complementarias: respuesta a una situación histórica de crisis, representaron compromiso entre la dictadura personal de los caudillos y el programa democrático de la Revolución mexicana”.

Más directo y más critico Octavio Paz escribió en El Ogro Filantrópico: “La presencia de la moral patrimonialista cortesana en el interior del Estado mexicano es otro ejemplo de nuestra incompleta modernidad. Lo mismo en los estratos más bajos –la sociedad campesina y sus creencias religiosas y morales- que en la clase media y la alta burocracia, tropezamos con la mezcla desconcertante de rasgos modernos y arcaicos. La modernización de México, iniciada a fines del siglo XVIII por los virreyes de Carlos III, sigue siendo un proyecto realizado a medias y que afecta solo a la superficie de las conciencias. La mayoría de nuestras actitudes profundas ante el amor, la muerte, la amistad, la cocina, la fiesta, no son modernas.

Tampoco lo son nuestra moralidad pública, nuestra vida familiar, el culto a la Virgen, nuestra imagen del presidente. Desde la gran ruptura hispánica –la crisis del final del siglo XVIII y su consecuencia: la Independencia- los mexicanos hemos adoptado varios proyectos de modernización. Creo que, como todos los otros países de América Latina, México debe encontrar su propia modernidad.

Es una tarea que exige, aparte de circunstancias históricas y sociables favorables, un extraordinario realismo y una imaginación no menos extraordinaria. No necesito recordar que el renacimiento de la imaginación, lo mismo en el dominio del arte que en el de la política, siempre ha sido preparado y precedido por el análisis y la crítica.

Creo que a nuestra generación y a la que sigue les ha tocado este quehacer”. L@s ciudadan@s debemos exigir a cada poder y cada nivel de gobierno que asuman y ejerzan responsablemente sus atribuciones para acabar con los cortesanos del Presidencialismo.

 

*José Cervantes Govea  radica en Tijuana, es Contador Público egresado de la U.A.B.C. y Abogado egresado de UNIVER Tijuana. Acepta comentarios a jocegovea@yahoo.com