La ausencia de reciprocidad organizacional post-pandémica

Por Héctor Fernando Guerrero Rodríguez

Se dice en sólo en situaciones complicadas de la vida es cuando se conoce quiénes realmente están a tu lado. Ya sea por enfermedad, crisis económica o alguna otra similar, pero la realidad es que solo los leales permanecen y el oportunista desaparece. De igual manera, quien logra salir de una situación crítica, tiene la obligación moral de ser reciproco y conducirse con gratitud para con quienes le apoyaron durante momentos turbulentos.

Lo mismo sucede en las organizaciones. Estas suelen pedir el apoyo de sus colaboradores en momentos críticos ya sea por complejidades financieras, como sucedió a finales de la primera década de este siglo en el que se les solicitaba a los colaboradores reducir jornadas, ingreso o incluso prestaciones, con el fin de sacar a flote el negocio. Momentos de abrocharse el cinturón se decía haciendo referencia a estar dispuestos a percibir menos por el mismo trabajo y de manera voluntaria. En la mayoría de las empresas el colaborador “se puso la camiseta” y apoyó a su “segunda casa”.

Esta década inició como todos sabemos con la pandemia originada por el Covid-19, que parecería que está ya casi en su etapa final. Aunque aún no se puede afirmar tal cosa con seguridad. Pero cierto es que, el control que se tiene de la situación es mucho mayor que el que hubo durante el 2020 o 2021. Varios colaboradores se infectaron con el virus, muchos de ellos no lograron sobrevivir. En parte por la lenta reacción de algunas empresas para con su personal o haciendo lo mínimo posible por proteger la salud del que “trae puesta la camiseta” poniendo en riesgo su propia vida. Aun así, el colaborador asistía a sus labores día a día, con todo y el riesgo de infectar a los suyos, porque no todos pudieron hacer “home office”, principalmente los puestos a nivel operativo.

En esta dinámica de contingencia sanitaria, se determinaron por las autoridades los criterios de las personas que por cuestiones de salud eran más vulnerables a perecer en caso de contraer Covid. Por lo que por indicaciones gubernamentales debieron ser aisladas, inicialmente con goce de sueldo. Evidentemente con trabajadores incapacitados por contagio, otros aislados por vulnerabilidad y tristemente otros fallecidos, el solicitar vacaciones aun cuando se tuviera derecho era casi imposible, ya que no se podía prescindir de nadie. Por lo que algunas compañías pedían el apoyo de sus colaboradores de no tomar sus vacaciones hasta que la situación se pudiera controlar. Era momento de “ponerse la camiseta” y apoyar al “segundo hogar” y el trabajador en general lo entendió y apoyó.

A estas fechas, que si bien como mencionaba anteriormente esto aún no termina, pero ya existe un mayor control, algunas empresas han empezado a ser reciprocas con su personal por medio de incentivos, apoyos escolares, flexibilidad de horarios, entre otras cosas; también es cierto que otros centros de trabajo se ignoró todo el apoyo recibido de sus empleados durante los momentos más críticos de la pandemia y han tomado medidas tajantes, que si bien es cierto que pueden ser totalmente legales, hablan de una deslealtad y una falta de reciprocidad y gratitud para quienes se pusieron la camiseta cuando se les solicitó.

Un ejemplo es la medida tomada por una empresa de la región que solía ser un referente de buenas prácticas, que fue identificada como uno de los mejores lugares para trabajar en el pasado y con miles de colaboradores a su cargo, recientemente ejerció la prescripción de las vacaciones vencidas a un aproximado de 400 de ellos, pagándoles, pero negándoles el goce y, además obligándoles a firmar de aceptado. Cuando es una realidad que varios de sus trabajadores no tomaron sus días en apoyo a su “segundo hogar”, por “ponerse la camiseta” poniendo en riesgo sus propias vidas.

Ejemplos como el anterior son los que se deben evitar a toda costa, ya que la reciprocidad es un camino de dos vías. Ponerse la camiseta de la empresa debe ser retribuida con la lealtad de la misma. De lo contrario, ahí puede estar la respuesta al origen del escaso apego del colaborador actual al lugar donde presta sus servicios. La actitud de mientras me convenga me quedo y cuando me deje de convenir me voy, pero sacrificarse por la empresa está fuera de discusión.