Por Jorge Alberto Gutiérrez Topete
Insistentemente leo, escucho y veo en medios locales así como en redes sociales notas, reportajes y comentarios donde culpan a los nuevos proyectos de vivienda vertical como los responsables de la congestión. Parecería ser lo obvio para algunos periodistas y ciudadanos que hemos residido por muchos años en esta ciudad, donde dependemos del uso del automóvil privado para la movilidad diaria de la mayoría de los residentes. Es fácil pensar que mayor densidad, automáticamente suponga mayor congestión vial en nuestra ciudad cuando esto podría no ser así.
El día de hoy, en nuestra ciudad hay un gran demanda de vivienda nueva, sobre todo en los segmentos poblacionales que requieren vivienda de un precio mayor a 1.5 millones de pesos. Normalmente en estos segmentos los compradores buscaron en Tijuana el sueño de poder comprar una casa con jardín, sueño cada vez más difícil de cumplir en una ciudad que durante los últimos 40 años se extendió rápidamente hacia la periferia de la ciudad a la vertiginosa velocidad de tres hectáreas diarias, al desarrollarse con un modelo de ciudad extendida de baja densidad, que ocupó y consumió muchísimo territorio. Esta demanda se da por muchos motivos como la formación de nuevos matrimonios, a la movilidad “económica” de compradores que han evolucionado hacia la clase media y ya no caben en la vivienda social que ocupaban, al crecimiento de las familias, a la migración provocada por las mejores condiciones que vive nuestra ciudad e inclusive por la búsqueda de independencia de jóvenes profesionistas que ya no desean vivir en el hogar familiar, pero que no se quieren casar. En los segmentos de menor valor la demanda de vivienda nueva no es tan grande, ya que hay un gran inventario de casas deshabitadas o “recuperadas” por instituciones financieras que cubren hasta hoy satisfactoriamente la demanda existente. De hecho, el motivo principal por el que mucha vivienda quedó abandonada en la periferia de la ciudad, fue precisamente por razones de movilidad, al encontrarse la mayoría de estas viviendas alejadas hasta por más de 30 kilómetros de sus fuentes de empleo, de las escuelas y del equipamiento urbano que se requiere para vivir decentemente en una ciudad.
En los últimos años, en nuestro país hemos empezado a reconocer que la problemática de congestión y movilidad que sufrimos en las ciudades, es precisamente provocada por estos desarrollos de vivienda de baja densidad creados en la periferia de las ciudades. La ubicación y la dificultad de proveer un sistema de transporte público de calidad, provocan grandes recorridos individuales en automóvil que se van acumulando por las principales vialidades desde la periferia hacia los centros de ciudad. De hecho, la nueva agenda y reforma urbana impulsada desde el gobierno federal, obliga a los gobiernos locales a romper esta inercia negativa con diversas medidas como la contención del crecimiento de la mancha urbana, la mezcla de usos del suelo, el desarrollo de mejores sistemas de transporte público, la implementación de ciclo vías, la mejora del espacio público y banquetas y principalmente, que se permitan mayores densidades en predios céntricos donde hay infraestructura de ciudad subutilizada.
Al final, los nuevos desarrollos inmobiliarios intraurbanos verticales, irónicamente son parte primordial de la futura solución urbana y no la raíz de la problemática de nuestras ciudades. Hay que insistir en informarnos y prepararnos mejor, para así lograr romper la inercia que nos trajo a donde estamos hoy. La vivienda vertical no es el problema… Es la solución.