Por Maru Lozano Carbonell
Es que en la vida no todo se puede controlar, no todo se puede predecir ni tampoco asegurar. Hoy por hoy la sensación de angustia está muy presente por mil situaciones que nos han puesto en la silla de pensar la pandemia, ahora Rusia vs. Ucrania, etc.
El incierto devenir que se nos plantea no era lo que esperábamos, siempre los adultos que nos educaron nos dijeron que si nos portábamos bien, que si estudiábamos y demás, entonces nuestro escenario sería tal o cual. ¿Es así?
¿Por qué nunca nos hablaron de virus y resguardo mundial? ¿Por qué nunca nos dijeron que hay desastres naturales? ¿Por qué nunca nos mencionaron que por la ambición y falta de diálogo por la paz, viviríamos situaciones violentas? ¿Por qué nos enseñaron a ser honestos y no a cómo manejar el engaño de los demás? Y tantos porqués que se quedan en el tintero.
Y es así como nace la incertidumbre, que es no saber qué nos depara el futuro. Por eso todo el mundo nos dice que aprendamos del pasado y vivamos en el presente para entonces ir moldeando nuestro futuro.
Pero tendríamos que entender eso que se mezcla con la inquietud, es decir: la angustia, la ansiedad, un miedo sin forma alguna, la sensación de peligro, el vacío existencial y eso indefinible que nos paraliza e incluso no nos permite respirar bien. Es que todos necesitamos “saber”, ir por lo “conocido”, por lo “seguro” y se nos dificulta afrontar aquello que no dominamos. ¿Qué hacer?
Para empezar, checar y darnos cuenta de nuestra actitud. El universo o como gustes llamarle, entiende por energía y así tal cual nos contesta. No nada más es nuestra reacción a las circunstancias de la vida sino el tiempo que nos dura ésta. Si estamos amasando, platicando, llorando, dándole mil vueltas a la actitud, entonces lo incierto se vuelve cierto y no tendríamos colchón para lo que verdaderamente no podemos controlar.
Es que “si no podemos cambiar una situación, podemos echar mano de la última de las libertades humanas que es la de enfrentar el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”, esto lo dijo Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco, quien logró sobrevivir a los campos de concentración nazi. A ver si aceptamos ya que no es posible que los demás cambien ni que el entorno se ajuste a lo que deseamos porque no tenemos control de casi nada.
Saquemos nuestra capacidad de ser flexibles, de aceptar y ajustar, que ya nos acostumbraremos. Hagámonos responsables de nuestro malestar para que así podamos encontrar soluciones, de lo contrario nos frustramos.
Cambiemos el foco de atención, es normal sentir miedo ante los cambios, ante lo desconocido o poco trabajado, pero no podríamos estar rumiando lo acontecido ni lo pésimo que nos sentimos por períodos prolongados, está bien para hacer contacto y reflexionar, más no para atorarse en el hecho.
Cuando algo falla no quiere decir que todo, absolutamente todo va mal, en realidad es sólo una parte, solo que de momento acapara todo nuestro miramiento. La perspectiva que no te deja ver más allá, te obliga a repensar. Seamos prudentes, realistas y paciencia, es decir paz, empezando contigo mismo.
Ya nos lo dijo el yogui indio Sadhguru: “Aquellos que tratan de evitar la incertidumbre, solo terminan evitando posibilidades”.