Por Maru Lozano Carbonell
¡Que el pasado lunes se han caído varios árboles! Que un día sales a la calle y la fuerza de la naturaleza hace la mala pasada. ¡Qué vulnerables!
La fragilidad se asocia mucho con “debilidad”. Ese lunes de lluvia torrencial, ¿salimos débiles? No, pero sí nos hace pensar lo vulnerables que somos. Tendríamos que entender que la vulnerabilidad es algo con lo que nacemos, podemos ser sujetos de ser heridos física o emocionalmente. Vulnerabilidad es ser sensibles y detectar hábilmente las alertas del entorno y reaccionar, pero te hablo de reaccionar emocionalmente ante ellas.
Entonces no es ser débil y carente de fuerza; simplemente nos pueden suceder cosas y por supuesto ¡vamos a sentir! Por siempre se ha pensado que los sentimientos son responsables de la vulnerabilidad pero en absoluto, si ya entendimos lo que ésta significa, no es así.
Un valor del que podemos sacar mucho provecho para entendernos, es ser auténtica y espontáneamente sensibles para empatizar, para aprender, para comprender.
¿Qué resulta cuando sucede algo y escondemos lo que sentimos porque no debemos ser frágiles, entonces nos mostramos fuertes y enterramos el enojo, el miedo o la tristeza? La respuesta es “ansiedad y estrés”.
Entendamos que aunque nos vaya bien en la vida, aquello que reprimimos y no verbalizamos, se queda en forma de síntoma y al rato es enfermedad. Por esto no te vendas la idea de un falso bienestar. Siempre siéntate y escribe estos cinco sentimientos: Miedo, afecto, tristeza, enojo, alegría. Lo que te pasó lo desglosas escribiendo sobre cada uno de estos sentimientos.
Escribir es buenísimo porque dejas libre a la amígdala del cerebro que está atascada y la ruta neuronal nueva te hace actuar con tu cerebro inteligente. O bien, háblalo pero no lo reprimas, aunque sea algo pequeño. Si haces esto, te habrás regalado la oportunidad de reconectar de nuevo con las emociones soterradas.
Entonces ya sabemos que sentir y llorar no es ser débil. Todos vivimos en un hogar donde por favor, hay que facilitar la expresión, sin juzgar, primero dejar que se expresen, ya después se incorporan y se piensa cómo abordar lo que está sucediendo. Escuchar y dar atención incondicional es el mejor regalo y acto de generosidad que hay.
Genéticamente hablando, influye mucho la carga que una persona trae, es decir, a unos se les da más ser optimista y a otros les cuesta. El otro tanto, es el entorno y tú, ¡formas parte del entorno que influirá en los demás! Para ayudar al que es menos positivo, hay que recordar que debe existir un buen nivel de libertad para hablar y accionar. El negativo y aprehensivo necesita un espacio tranquilo, el positivismo no se infunde a alta velocidad; mira, si bajas la velocidad aumentas la profundidad. ¡Qué tesoro!
¿No te ha pasado esa sensación de haber hecho muchas cosas y sentir vacío o como que no te supo? La velocidad no ayuda a asimilar. Y al bajarle, aumenta la calidad de vida. ¡Entremos en contacto con el entorno amplio! Ése que nos da mil experiencias. Recordemos entonces que el placer aporta felicidad en pequeñas dosis pero si quieres niveles altos y a largo plazo, éstos te los dan las gratificaciones, o sea, lo que se hace y que es beneficioso para sí y para los otros, más cuando hay vulnerabilidad.