Por Maru Lozano Carbonell
El que predice males y desdichas. ¿Hay abatimiento? Es como batirte internamente y empezar el ritual del pesimismo, calificar mal las situaciones que no han ocurrido e inventar historias, pero lo peor, ¡revivirlas como fatídicas experiencias!
Nos podemos quejar, sin embargo, creer en algo que no hemos visto, que no hemos comprobado o que no sabemos si sucederá, ¡es desgastante!
Esta actitud significa derrotarte y así será todo. Analicemos cuáles son los mensajes que decretamos en cuanto a la pareja, al trabajo, a la salud, al dinero. ¿Te fascina que haya desastres en el mundo? ¿Te dan en tu mero mole si al vecino lo abandonaron o lo despidieron? ¿Eres simpatizante de las maléficas primicias? ¿Te encanta platicar cuanta desgracia existe? ¿Gozas cómo se carcome tu fiel escucha diciéndole que estás bastante mal y con problemas? ¿Amas lo paranormal?
¿Cómo diferenciar la queja, del pesimismo y de la depresión? El pesimista goza, se regodea con lo negativo; también rebaja o desprecia lo que hay, como que no puede ver nada positivo. El quejoso habla de un hecho en concreto, de un sentimiento de enojo, tristeza o miedo real. En depresión no se logra ni contar, ni platicar, es puro dormir y encerrarse.
Ser pesimista tiene remedio y se parece mucho a la respuesta que tienes que dar ante el ofrecimiento de una droga: “¡Di no!” y relájate porque estresa y angustia la indecisión que te auto-castiga. Al rato tendrás “culpa” porque sabes perfectamente que podrías estar haciendo algo diferente. No estés nostálgico buscando “eso” perdido porque “eso perdido” es tu perfección divina que sabes que viniste a este mundo a llevar a cabo una misión con felicidad.
Si eres practicante del pesimismo, te conviene eliminar los “no” y los “adjetivos negativos”. Ejemplo, “el día está horrible, no creo que…”, “No se te olvide traer…”. En lugar de eso, mejor emite frases afirmativas: “recuerda traer…”, “quisiera un día mejor, más soleado…”. Aprende a comunicarte de modo que, en lugar de que la gente haga cara retorcida ante tu verbo, busca que hagan cara con sonrisa ante tu argumento aceptable.
Si estás con gente que agüita, ¡frena tu oído! Cambia de lugar, desvíalo contándole algo conveniente o pregúntale qué era lo que más le gustaba hacer de pequeño o cosas por el estilo. Refléjale que tú deseas escuchar algo gustoso.
Todos tenemos diversas formas de reaccionar en la vida y a veces no contamos con una buena caja de herramientas para salir de experiencias que nos han causado dolor, por eso, no queremos sentirlo y proyectamos todo. Genera nuevas relaciones, opta por perdonar, es decir, liberar la idea de lo sombrío y piensa en el antónimo inmediatamente, por ejemplo, frío-calor. ¿Qué puedo hacer para sentir calorcito? Sabemos que estamos viviendo en época de pandemia y tiempos duros, pero tenemos que ayudarnos mentalmente para cambiar la energía.
Si detectas que eres negativo al extremo, necesitarías elevar la auto-estima ubicando perfectamente cuáles son tus necesidades y empezar a buscar satisfacerlas tú mismo, ¡no exigiendo! Empieza por cositas sencillas, cambia la expectativa y parte desde ti mismo. Cuando hables, hazlo en primera persona, esto ayuda enormemente a centrarte y aterrizar tus ideas siendo realista. Ya nos lo dijo el teólogo inglés William George Ward: “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”.