Facturas que fracturan a la economía

Por Héctor Fernando Guerrero Rodríguez

La industria de la manufactura es tan fuerte y frágil a la vez. Tan fuerte que incluso fortalece a otros sectores económicos como el de servicios, turismo y otros más.

La gran cantidad de personas laborando directa e indirectamente para este sector genera un poder adquisitivo tal que, es el trabajador de la maquila quien acude a los restaurantes, bares, supermercados, clínicas, talleres, agencias de autos y todos los servicios de los cuales es usuario y que se le pueden agregar a esta lista.

Pero también las empresas contribuyen a están dinámica hospedando a sus visitas corporativas en hoteles de la ciudad, contratando servicio de comedor industrial, de transporte de personal, mantenimiento de equipo, guardias de seguridad y un largo etcétera. Tan largo que, si la industria maquiladora desapareciera por un día, el impacto sería bastante significativo para esta ciudad. Ahora que, si emigrara de manera total y definitiva, el daño sería incalculable.

El que la industria de la manufactura llegue abandonar nuestra región no es tan imposible. Sólo basta voltear a ver a Detroit para constatar que una ciudad puede perder su principal motor y convertirse en ciudad fantasma.

Parecerá exagerado, tan exagerado como les hubiera parecido a sus habitantes en la década de los 60s si alguien les hubiera dicho en su industria automotriz emigraría a otras regiones convirtiéndolos 60 años después en una ciudad en bancarrota.

Así también de frágil puede ser el principal dínamo de nuestra economía local. Desde la afectación gradual y erosiva por sus carencias visibles en vialidades descuidadas, insuficientes e infestadas de autos ilegales; puentes cayéndose por lo mal construidos que están; un transporte público carente de calidad e ineficiente; hasta los eventos como el que vivimos los tijuanenses el pasado viernes 12 de agosto que derivó entre muchas cosas, en colaboradores atrapados en sus centros de trabajo, ya era más peligroso intentar trasladarse a sus domicilios que esperar a que la situación amainara.

Otros tantos quedaron varados en los sitios de taxis por horas y con el temor de ser alcanzados por la violencia. Meseros solicitándole a los comensales que se retiren a media cena porque tenían que cerrar. Hubo empresas que suspendieron labores por el resto del fin de semana para no poner en peligro a sus empleados absorbiendo el pago de sus días.

Como sucediera en los días más fuertes de la pandemia de Covid-19, también se les tuvo que pagar aun cuando no se produjera. Todo esto sin mencionar la recomendación temporal por parte del Gobierno de los Estados Unidos de no venir a Tijuana por el riesgo que representa.

Mientras tanto, nuestras autoridades locales y estatales, que fueron tomadas por sorpresa o quizás distraídas pensando en el parque más grande de Tijuana, balbuceaban mensajes con los cuales intentaban infructíferamente calmar a la ciudadanía. Hablando del pago de facturas que deben ser cobradas entre los que se deben sin afectar a inocentes.

Es totalmente necesario que el gobierno Estatal y Municipal se enfoquen en lo importante y lo básico antes que en lo lúdico y espectacular. En términos de Abraham Maslow, no se puede tratar de satisfacer la autorrealización de la ciudadanía con parques faraónicos sin atender primero necesidades fisiológicas y de seguridad. Suena básico, pero primero es lo primero y después lo que le sigue.

De otra forma, las facturas pendientes de cobrar terminarán fracturando a uno de los principales motores de la economía regional que es la manufactura, misma que gradualmente puede empezar emigrar de ciudad, de estado o de país y hacer de Tijuana un Detroit mexicano.