Por Maru Lozano Carbonell
Vivimos en un estado desertor. Se desentienden de la seguridad social, se desentienden de la atención a la salud, se delega la crianza, se deslinda de obligaciones, se desemplea, el gobierno ajusta y la única institución que queda para parar esa bola de nieve es la escuela.
Resulta entonces que las escuelas, ¿cambiarán su propósito educativo y serán contenedores sociales con comederos? Ya los maestros no se distinguen de ningún otro trabajador, al parecer ya no son más trabajadores de la educación con amplios campos de saberes pedagógicos.
Desde que se descubrió que la manera de bajar los sueldos es desprestigiando la labor que se realiza, el docente ya no es más quien hace respetar la negociación cultural que se tiene que dar en la escuela. Son los papás de hoy quienes, en su mayoría, solo precisan de un centro de cuidado con diseño general a la medida.
Por lo tanto, ya para el docente, es la materia prima el problema con el que se tiene que sortear su discurso y práctica pedagógica. Si solo se tratara de los alumnos, excelente, pero por ejemplo en México, se tiene que sortear un “modelo educativo”, una Dirección académica presionada, una Dirección administrativa corta y cuadrada, padres de familia desentendidos o sobre-protectores, medicinas para cubrir las necesidades educativas especiales, ausentismo injustificado y constante, tecnología desorbitada y la más estorbosa, la apatía.
Todo está cambiando y la escuela se tiene que adaptar a los cambios, ajustar y mejorarse. Cada escuela, sobre todo en educación media superior y superior, está prometiendo en su publicidad un ascenso social que no puede cumplir. Ahora, hay que enseñar a los estudiantes a discernir fuentes de información. La racionalidad que genera lo instantáneo del internet y la comunicación, la globalización que implica, su lenguaje, etc. Difícil enseñar a nombrar al mundo y ubicarse en él con visión al futuro. Educar encubre o descubre una determinada realidad, pero quizá estamos olvidando que debemos partir de la realidad local.
Es todo un arte trabajar con gente distinta y ahora agrégale “desigual” porque la construcción del aprendizaje no se da nada más intra-muros, los chicos aprenden de la calle, de los medios, de la casa, de la familia… Si todos le fallan y bombardean con momentos desechables, en el centro educativo se les recibe imagínate cómo (acá la SEP ya nos puso educación socio-emocional porque definitivamente llegan rotos y descosidos).
Lo triste es que la educación popular trabaja los saberes, pero con pensamiento “sobre el poder”. ¿El saber te da poder? ¿El poder te da saber? Estamos pues ante un imposible por educar imparcialmente. El saber nunca es neutro porque es portador de ideología, de posición política, por lo tanto, la postura de un maestro nunca podría ser indiferente y habría que reconocer que su mirada del mundo no es la única ni la mejor. Siempre con respeto.
Todo esto se lo escuché a Orlando Balbo “Nano”, un argentino docente incansable que fue víctima de la última dictadura cívico-militar de Argentina. Cierra diciendo que la educación debe estar garantizada por el Estado, pero no como monopolio; la sociedad civil tiene derecho a crear sus propias estructuras educativas y el gobierno tiene que correr en su socorro con control, formación y sueldos. ¿Se parece en algo a nuestra realidad mexicana?