Es mejor ser una persona de valor, que de éxito

Por Jorge Ojeda*

*El autor es Director de Grupo Aries  

“Cuando somos grandes en humildad,

estamos más cerca de lo grande”.

—Rabindranath Tagore

No es una coincidencia que, al pensar en algún emprendedor que se lanzó desde cero al mundo de los negocios y a base de arduo trabajo, disciplina y perseverancia obtuvo el éxito, nos imaginemos a una persona con mucha suerte y determinadas aptitudes que contribuyeron en el logro de sus objetivos. Tampoco es coincidencia que las grandes organizaciones se distingan, entre otras cosas, por la exaltación de sus valores. Estos principios potencian su capacidad para influir en el desarrollo de los demás y son esencialmente la base de su éxito.

Los principales rasgos en la personalidad de un emprendedor son, sin duda, el impulso por crear e innovar. Pero las condiciones macroeconómicas están empujándonos cada vez más a dar un salto evolutivo, por así decirlo. Vivimos en una economía extremadamente caótica, donde reina el desencanto y la desconfianza hacia las grandes instituciones, y nunca ha sido tan importante para un emprendedor actuar con valores.

La ética en el mundo empresarial es la mejor inversión a largo plazo. La personas creen y confían en las organizaciones lideradas por empresarios de valor por lo que hacen, pero aún más importante: por lo que son, por lo que representan. La honradez funciona como una especie de imán y espejo, que inspiran lealtad y emulación en los miembros de una organización. Es importante contratar buenos profesionistas, pero también buenas personas, que encuentren sentido en lo que hacen, que desarrollen pasión por su trabajo y un fuerte vínculo moral para con su empresa. Fomentar buenos valores es la manera más sencilla de retener empleados valiosos y, por ende, el mejor método para crear empresas de éxito. Generalmente, las personas valiosas tienen un nivel de productividad mayor al promedio; para los emprendedores no es ningún secreto que para desempeñarse apropiadamente hace falta amar su trabajo.

Promover valores es responsabilidad de todo emprendedor, y la mejor forma de hacerlo es predicar con el ejemplo: lo que hacemos o dejamos de hacer genera una impresión muchísimo más profunda que aquello que decimos. La puntualidad, la planeación estratégica y la dedicación al trabajo transmiten disciplina. Al aceptar tus errores, solucionarlos y aprender de ellos comunicas madurez. Prever, intuir y actuar ante cualquier situación empresarial denotan proactividad. Disponer la mejor actitud y poner de todo tu empeño para cumplir tus objetivos es señal de perseverancia. Al reconocer públicamente el trabajo de tu equipo demuestras agradecimiento y honradez. En el mundo del emprendedurismo, todas nuestras acciones comunican valores.

La metodología más eficiente para lograr que una empresa triunfe es la sistematización y el énfasis en las buenas prácticas. Es difícil alcanzar el éxito, pero los valores pueden ayudarnos mucho. De hecho, yo considero que una persona verdaderamente exitosa es aquella que —aún tras haber conseguido el éxito— conservó y practica íntegramente todos sus valores.