Por Maru Lozano Carbonell
¿Te suena familiar la frase: “pregúntale a tu papá”? Si llega el negociador número uno -entiéndase nuestro hijo adolescente- con el asunto de pedir permiso para salir, ¿qué sucede? Lo más seguro es que le aventemos la bola al papá, o quizá al revés diciendo: “¿y qué dice tu mamá?”. Bueno, pues ¿quién manda aquí?
Si se trata de prestar el carro, lo más seguro es que la mamá sea la que pueda solucionar con una respuesta un poco larga: “Bueno pero no te gastes mucha gasolina, ¿a dónde vas a ir? Pero llevas a tu hermana a su clase de inglés y me recoges a mí en la casa de tu abuelita y además vas por la leche y el pan para cenar…”.
Si se trata de dinero, la mamá puede solucionar esto si la cantidad no es exagerada porque de lo contrario al chico se le invitará a pasar a la ventanilla número dos, o sea con papá. Lanzar la pelota a papá o a mamá es cómodo cuando ambos viven juntos, pero ¿qué tal cuando no es así? ¿Desde cuándo jugamos a la papa caliente? Porque cuando los hijos son bebés no decimos: “mi amor, ¿le doy el biberón? En esos casos actuamos con total decisión.
Así que creo que cuando nuestros hijos tocan esa edad impredecible que es la adolescencia es cuando titubeamos en esto de ceder las riendas.
¿Para qué? Quizá mamá tema decidir porque si pasa algo, entonces le abrumarán los comentarios del papá o viceversa. El miedo que se siente cuando nuestros hijos quieren volar es inevitable, lo sentiremos siempre, los muchachos nos tendrán preocupados hasta no verlos en casa nuevamente sanos y salvos. Es el pan nuestro de cada día. Y si a esto le agregamos el seguro pleito con la pareja mientras jugamos con el esférico, ¡explosión total!
Además del permiso que nos ocupa y el dilema que nos aventamos con la pareja es posible que también tengamos que resolver la culpa que sentiremos cuando les reflejamos a los muchachos su estilo personal al vestir, de peinarse o de ser. Por ejemplo: “mami, ¿puedo salir hoy?” y ella, antes de responder grita: “¿Así piensas ir? ¿Con esas greñas? ¿Desde cuándo usas arete en la lengua y en el ombligo? ¡Fíjate que no!, ¿cuándo nos has visto así…?” (silencio) y de ahí se desprende el cuestionario de rigor: “¿y la tarea…?”.
¿Te fijas? Cuando todo mundo nos dice que la comunicación es importantísima, es clave efectiva jerarquizar y dosificar nuestros comentarios porque por esta razón es que los jóvenes prefieren enmudecer llegando de la escuela a comer y encerrarse en su cuarto con su música, su teléfono y evitar hablar más de lo necesario. Quizá sirva decir: “Permiso sí tienes, o espérame y luego te resuelvo porque lo veré con tu papá”. O bien, simplemente decir: “De acuerdo, vas pero los “cómos” en tu vestir, peinar, llegar, etc. son éstos…”. Sin preguntar y con decisión.
No cabe duda que ser padres es una experiencia única porque se sienten las cuatro estaciones en un solo día, hay de todo como en botica. Es sin duda, la manera más audaz de responder a la vida y decir ¡te amo! pero con seguridad imponiendo ciertos límites, aunque dé miedo.