El copiloto correcto

Por Adriana Zapién y Valente Garcia de Quevedo

La semana pasada viajé a Douglas, Arizona y como no me quería ir sola, busqué quién me acompañara pues las dos opciones que diseñé para el viaje incluían viajar en carretera. La primera opción era viajar desde San Diego a Douglas conduciendo 850 kilómetros por 8 horas y la segunda consistía en tomar un vuelo a Phoenix, rentar un auto y solo conducir 370 kilómetros en menos de 4 horas.

Al final decidí la segunda opción, pues el tramo de Yuma a Tucson se me hace bastante aburrido y cansado. Así que preferí conducir desde Phoenix por tener paisajes más interesantes; pero sobre todo porque desde Phoenix está cerca la zona que rodea el Gran Cañón y podríamos darnos una vuelta por algunos de los hermosos sitios que tiene este estado americano.

Solo faltaba conseguir al copiloto correcto que prácticamente tendría que ser igual de aventurero que yo. Entonces semanas antes en una cena invité a mi amiga Brenda, que sin dudarlo me contestó que sí me acompañaba. Su respuesta era la primera muestra de que era la copiloto correcta porque además, no solo me dice quítate que ahí te voy, sino que tiene más horas en carretera que yo.

Además, el segundo atributo para ser la correcta fue que al igual que yo disfrutaba conducir en carretera.

Días después de la invitación, cerramos el trato, diseñamos el plan y volamos a Phoenix, donde rentamos el auto y comenzamos la aventura.

Dicen que en los viajes o pierdes amigos o los ganas para siempre y eso ultimo me pasó con Brenda, porque no solo fue una copiloto correcta, sino una maestra de vida. Creo que Dios diseñó el viaje para aprender una de la otra, charlando todo el camino, escuchando, aconsejando, debatiendo y meditando juntas.

En los trayectos hubo pocos silencios; tan solo los necesarios para la introspección. El resto del tiempo hablamos de nosotras, de nuestras cicatrices, de lo que nos mueve y motiva. De lo que somos y de por qué somos como somos. Viajar en carretera es un gran reto, pues tienes que mantenerte alerta del camino, atento de los señalamientos, debes concentrarte y mantenerte despierto; pero sobre todo confiar en tu copiloto y tu copiloto debe confiar en ti. Ambas somos  mujeres fuertes y valientes, pero también controladoras y cada una entendió su rol y confió en la otra.

Cada una puso sus talentos y estos se complementaron para que todo saliera a la perfección, conducimos con confianza y recorrimos el camino, no solo con fe de que todo nos saldría perfecto sino con la mejor actitud.

Estábamos disfrutando tanto ausentarnos de la rutina y aislarnos lo más que pudimos de todo y de todos, que fácilmente perdíamos la noción de las horas y a pesar de eso siempre llegábamos a tiempo. ¿Cómo lo lográbamos? Pues creo que esa es la magia de disfrutar el viaje, porque en ese pasar de las horas terminamos conduciendo hasta de noche y cuando lo razonamos ya estábamos a 1,700 km de casa.

Solo puedo resumir que después de las largas charlas, valoré más todo lo que he vivido y si me preguntan qué cambiaría de mi vida contestaría que nada; porque todo eso me ha hecho lo que soy.

Reímos intensamente, suspiramos al ver los hermosos paisajes pero sobre todo tomamos riesgos y solucionamos problemas con tal resiliencia que hoy podemos decir que nos entrenamos para las mejores cosas que están por venir. Gracias Brenda por ser el copiloto correcto y por ser una maravillosa compañera de viaje.