Por Jorge Alberto Gutiérrez Topete
Las calles de una ciudad como Tijuana constituyen el espacio público donde convergen las vidas de todos quienes vivimos o visitamos. Cuando viajamos y visitamos otras ciudades, otros países, otras culturas, este espacio público lineal se convierte en uno de los principales espejos de la sociedad que las habita. Al circular por estas, al observarlas, al vivirlas como lo hacen los residentes locales empezamos a entender su cultura, su historia, sus costumbres así como sus temores y aspiraciones.
Por ejemplo las calles de la Ciudad de México nos comunican el ajetreo diario que se vive ahí, pero al mismo tiempo nos dan a conocer su rica historia y tradiciones. Los sonidos, los olores, los colores que se viven en las calles de una gran ciudad son una memoria sensorial que queda grabada en la mente de quien por ahí circula. Propios y extraños absorbemos mucho de la Ciudad a través de la calle.
No todas las calles de una gran ciudad son iguales. Diferentes barrios y distritos nos comunican a través de los rasgos de sus calles quiénes viven ahí, que hacen, cuáles son sus valores, sus fortalezas y sus debilidades. De ahí lo importante de entender a la calle.
Tijuana es una ciudad joven con poco menos de 128 años de existencia y una corta pero rica historia de ciudad. Hemos vivido varias épocas donde nuestra ciudad ha respondido a grandes cambios evolucionado siempre para adaptarse a una nueva realidad. Su crecimiento acelerado y el gran rezago histórico de muchísimos gobiernos que nos han quedado mucho a deber, han dejado en sus calles rasgos de desorden, abandono y caos que le dan a nuestra ciudad ese sabor tan peculiar. Hemos los tijuanenses aprendido a adaptarnos a estas caóticas calles que al final son un reflejo de nosotros mismos. Sin embargo esto no significa que tendríamos que acostumbrarnos y resignarnos a ellas. Nuestras calles están más sucias de lo que quisiéramos, más deterioradas de lo que deberían estar, más oscuras de lo que merecemos y más congestionadas de lo que tendrían que estar. Es la calle donde podemos evaluar cómo estamos como sociedad, y lo que vemos todos los días en las nuestras no nos dan suficientes razones para celebrar.
Cabe señalar que las grandes transformaciones de las ciudades se dan precisamente desde sus calles. Ese espacio público puede ser transformado, ordenado, aprovechado y potencializado para cambiar la calidad de vida de una ciudad. Al reordenar la calle para transitar a un espacio más humano, necesitaremos re dimensionarla para lentamente alejarla de la supremacía del automóvil y regresársela al peatón, al ciclista y a un futuro transporte público de calidad. Necesitamos señalizarla y respetarnos cuando circulamos sobre ellas, ordenar el estacionamiento, mantenerla mucho mejor y permitir que la ciudad se transforme a través de ella con usos mixtos, vivienda vertical y evitar permitir que las calles sigan extendiendo la ciudad hacia la periferia.
No será tarea fácil ya que tendríamos que cambiar muchas de nuestras costumbres y rasgos culturales que nos hacen Tijuanenses, pero en la medida que cambiemos nuestras calles y nosotros con ellas, seremos ahora sí, los dueños de la calle en esta ciudad.