Después de 20 kilos menos… ¿qué?

Por Maru Lozano Carbonell

Sólo dos jugadores: “la comida y yo”. Nada importa más que ser delgado porque pienso que si alguien me rechaza en el trabajo, en la familia o en la sociedad, es porque se rechaza mi físico y no a mí; entonces si me vuelvo flaco todo sería diferente, pero ¡no es así!

En realidad, cuando no queremos relacionarnos con la gente, lo hacemos con la comida. Al cabo ésta no habla ni respinga, al menos nos hace sentir algo y no nos abandona… no nos exige; además, nos sirve de pretexto para poder argumentar de dónde vienen nuestras enfermedades y nuestro dolor.

Es horrible tener que separar el hambre física del hambre emocional. Si aceptamos el hambre emocional pensaríamos que nos vamos a descontrolar ¿verdad? Mejor habría que analizar que el peso y la comida son los síntomas, no los problemas; y es que culturalmente se acepta menos que necesitemos ayuda psicológica y mejor nos distraemos con problemas meramente de tiroides, de ejercicio, de salud, etc. ¡todos del cuello para abajo! En realidad ¡todos importan! por eso sería excelente ponernos atención integralmente.

Muchas veces el sufrimiento es un arte que solemos manejar a la perfección. ¿Me he preguntado qué sería de mi vida si la comida no fuera un problema? ¡Qué aburrido ¿no? Por ahora hay días que me siento bien y otros arrepentido de lo que comí, es como un “sube-y-baja” pero ¡al menos así siento algo! Y es que si la comida no ocupara mi vida… ¿qué haría entonces? Y es que me la he pasado poniéndole cara de enojo, miedo y tristeza a todo cuanto pan se me pone enfrente y, si en lugar de depositar todo lo negativo en la comida lo hiciera en la gente asertivamente, a lo mejor me arriesgo a que me rechacen, así que… mejor me rechazo yo y me niego el placer de la relación; al cabo que la sensación de “gordo” es algo que ya conozco y sé manejar.

Si el problema no está en la comida, ¿entonces dónde? Bueno, se trata de hacer conciencia acerca de cómo la comida nos hizo sentir alguna vez. Por ejemplo, cuando mamá nos premió, cuando nos catafixió la TV por un dulce, cuando nos mandó a dormir sin cenar, cuando nos forzó a comer equis platillo, etc.

Estamos acostumbrados al drama, así que si como nutritivo ¡no engordaría, nadie me notaría, sería gris y no tendría respuesta en este mundo!

Necesitamos empezar por expresar los sentimientos abiertamente y con la persona que concierne. Eliminemos el pensamiento erróneo de que sin mentir ni sufrir “no brillaremos”. A cualquiera le encantaría escucharnos positivos, alegres, sanos, con ocupaciones y que la tranquilidad y felicidad fueran el resultado de lo que se hace ya que ¡jamás llegan solas! Porque si estuviéramos flacos y no nos hubiésemos dado permiso de sentir, de decir, de darnos y de necesitar; entonces no habríamos satisfecho nuestra afectividad; por lo tanto, gordos o flacos ¡la desolación sería la misma!

Dejemos de desear imposibles, cambiemos, vivamos “hoy”, olvidemos eso de que si somos víctimas somos poderosos. Seamos fuertes y débiles, amemos a quien está y existe porque al que se fue lo podemos sustituir por otro ser humano que represente ese rol ¡nunca por sodas y garnachas! Empecemos ahorita, pequeños ajustes ¡grandes cambios!