Por El Recomendador
El Recomendador quiso siempre encontrarle al lector algo plenamente digno de él. Su objetivo siempre fue la legitimidad del descanso en familia. Mi seudónimo daba la señal de que no me importó que nadie se fijara en el autor sino en el tema de la columna.
Las exigentes labores diarias: trabajo, estudio, atención a las necesidades del hogar, requieren descanso. Y el verdadero descanso tiene que ver con la recreación del espíritu mediante el arte de los cuentos hermosos y bien contados en las pantallas. El cultivo de las artes bellas acerca a quien lo practica a la mejor versión de sí mismo que afortunadamente se puede compartir con la familia y atesorar grandes recuerdos que compartimos con los más cercanos.
Pasan los años y El Recomendador, como es natural, envejece; se convierte en anciano y le caen las suficientes enfermedades en su organismo, al que le faltan tres rayitas para arribar a los noventa y se empieza a dar el caso, como en el tango: su cuerpo enfermo, no soporta más.
Lo que era una afanosa búsqueda semanaria, a veces de muchas horas, en las infames plataformas que se empeñan en mercantilizar, no la belleza, ni la recreación del espíritu sino, que se valen de las más bajas pasiones para vender más.
Es bien sabido que hay recreación del espíritu cuando el relato bellamente contado consigue suscitar en quien lo recorre una reacción de amor o un despertar de ideales dormidos al mismo tiempo que se da paseo memorable por la imaginación creativa que siempre quiere subir y subir más.
Me identifico con los lectores que ya a los cuarenta o cuarenta y cinco años quieren convertirse en viejos sabios y rechazan todo lo que los identificaría como viejos necios, repletos de frivolidades.
O virtud y sabiduría o vaciedad del espíritu, he ahí el dilema imprescindible para envejecer.
En realidad, este es el dilema de todas las vidas bien vividas: quien no lleva a sus últimas consecuencias, el deseo mayor y más humano que es capaz de concebir se pierde a sí mismo.
Estas columnas fueron un poderoso motor de dos de mis libros. Y es que siempre que se intenta hacer bien por buenos caminos, se consiguen buenos frutos. Mi correo está a su disposición si logré agradarlos alguna vez.