Del Talento Humano y algo más: El rol del escéptico

Frecuentemente se habla de la conveniencia de la diversidad de opiniones y perspectivas dentro de un mismo equipo, ya que permite analizar una misma situación a resolver desde distintas ópticas y la solución suele ser tan innovadora como efectiva.

En un equipo diverso cada uno de sus elementos asume un rol distinto que le resulta natural. Pero no todos los roles son siempre vistos como una expresión de positivismo y buena actitud por parte del líder y sus demás colaboradores, si estos no saben cómo capitalizar las aportaciones que pueden realizar en lo individual por distinta que estas sean.

En un equipo regularmente podemos toparnos con los creativos, los ejecutores, coordinadores y hasta los impulsores, que son aquellos que energizan al resto y los mantienen motivados. Sin embargo no podemos excluir de la ecuación al escéptico, que aunque de primera instancia se le puede percibir como alguien con mala actitud, carente de convicción y por lo mismo que puede retrasar el proyecto y desmoralizar a los demás, está comprobado que alguien con tal perfil puede resultar un gran activo con sus aportaciones.

Un escéptico tiene la habilidad de poder mostrar a los entusiastas las debilidades y obstáculos a sortear, que en ocasiones pueden pasar desapercibidos por los optimistas por su misma euforia y fe en que todo está a su favor pueden creer que no hay razón válida para que algo salga mal.

No obstante el momento de mayor efectividad de un escéptico es principalmente en la fase inicial de un proyecto, ya que es cuando la detección de errores potenciales es clave en términos de prevención y mitigación de imprevistos. Posterior a esta etapa, el escepticismo más que un activo, puede ahora sí menguar el ánimo de sus compañeros.

Cuando dentro un equipo se cuenta con un escéptico de carácter reservado, es responsabilidad del líder motivar a que esta persona comparta sus opiniones y observaciones, de tal forma que puedan ser aprovechadas, ya que de lo contrario puede terminar siendo solo un lastre para el resto de los colaboradores y del proyecto en sí. Un escéptico bien dirigido es quien hace grandes aportaciones con preguntas clave.

Desafortunadamente no siempre se puede contar con un escéptico que pueda dar una opinión objetiva sin entusiasmos desbordados. Ante tal situación es recomendable que alguien utilice lo que el autor Edward de Bono llama el “sombrero negro” dentro de su libro “Seis sombreros para pensar”, que es quien debe ser muy crítico y mencionar porque algo no podría salir bien, contrario al “sombrero amarillo” que se enfoca principalmente en lo positivo de un tópico determinado.

Así como el escepticismo bien manejado puede ser muy positivo, el optimismo mal encausado puede ser muy negativo, ya que el primero nos mantiene dentro de una realidad y segundo frecuentemente nos aleja de ella.