De los que hablamos y escribimos por horas

Por Ana Celia Pérez Jiménez

No sé a dónde quiero ir con todo esto me digo, pero sé que es algún destino, algún lugar adentro, un lugar entre la memoria y la familia, entre lo conocido y relacionable, entre lo cotidiano pero importante.

Hablo y por aquí escribo, y narro, repito, me digo y les digo el mundo que va pasando por mí, la experiencia, en la parte que voy de mi edad, de mi libro, del otro libro, no porque sea relevante pero porque es de importancia a mi expresión y los adornos que a veces cuelgo de ella, como de buen augurio, como una esfera en árbol de navidad.

Es primaria la expresión, saber que el mundo o la percepción de éste varía de cabeza en cabeza, de familia en familia, que hay padecimientos, locuras felices, formas y maneras que todos somos, y no somos tan distintos al momento sencillo que nos encontramos en una palabra, en un sentir, narrar y coincidir en el cuento, la historia o tal vez fábula.

No todo lo que expreso es de trascendencia, no todo lo que viene de mí, no, no lo es, no soy iluminada o sabia, pero sin embargo es mi falla de telepatía y quiero dejar por escrito de esto tanto que va dentro, la vida enorme que me llena y nos llena el cuerpo, los brazos, que hace que la sangre viaje por todo el, el ADN, el pasado, las historias y todo eso que continuamos como motores para evitar detenernos, no en el tiempo sino en la vida, hay algo en la escritura que nos hace sentir que besamos lo infinito pero queriendo morir de a poquito.

Continuar aunque sea en la queja, sentir y saber que estamos vivos, sin tener que abstraerme tanto para aterrizar las frases o palabras, no caeré en el espectador ni en el pensamiento que nos comprueba que existimos como algunos filósofos, ellos ya lo aclamaron.

Yo sólo me expreso desde esta esquinita, que la pintó pequeña, pero sostiene la inmensidad, desde este punto que se abrió como una descosida de falda, como un botón faltante que mostró la piel, como el diente que mudo para darle paso a lo permanente. Expresión y poesía, la misma nada que coincide para volverse una estrella, las palabras y el espacio en blanco, una invitación para adornar el papel o tal vez solo mancharlo.