Corrupción

Por Juan Carlos Ochoa

La corrupción es un cáncer a nivel mundial pero que unos países padecen más que otros. En un estudio realizado por la organización Transparencia Internacional que busca conocer el índice de percepción de corrupción de los habitantes del país que habitan, México obtiene el no muy honroso lugar 95 de 168 países evaluados, posición que prácticamente ha mantenido desde el 2012.  Si lo comparamos con los países que integran la OCDE (Organización para la Cooperación  y Desarrollo Económico), nuestro país ocupa el último lugar (34 de 34 participantes). Y si solo se compara con América Latina nos encontramos en el lugar 11 de 22, es decir a la mitad; los países menos corruptos son Uruguay y Chile, así como los más Haití y Venezuela.

Aunque la corrupción ha sido una práctica “normal” por siglos en México, no es de sorprenderse que los demonios últimamente anden sueltos en el país. Es bien conocido que la personalidad del líder se permea en la organización y sin achacar todos los problemas a nuestro actual presidente definitivamente no ayudan los escándalos como el de la casa blanca y la impunidad descarada de tantos casos como el de Moreira y Arturo Montiel. Esto ha facilitado los moches en los gobiernos estatales y municipales, en los que ya es práctica normal y sin recato el pedir la comisión de al menos el 10% para ser favorecido en un contrato.

Si analizamos el problema a nivel más micro resulta muy evidente que la corrupción no solo está en los políticos. En una encuesta que Focus publica esta semana en Infobaja podemos ver un dato que no es nada sorprendente. De las personas detenidas por la policía municipal por cometer alguna infracción de un año a la fecha, el 38% “arregló” el problema de una manera diferente a la aplicación de una multa, es decir, con la ya muy conocida mordida.  La razón para hacerlo es muy sencilla, el 73% lo hizo para ahorrar tiempo y dinero, es decir que sobornar al policía sale más barato y además es rápido porque se arregla en el momento.

¿Cómo abatir este problema tan arraigado en nuestra forma de vida? Definitivamente no es nada fácil, el 72% de los encuestados está consciente  que la culpa es compartida entre el policía y el ciudadano. Aunque los salarios de los policías no son los adecuados y sí tienen que mejorarse, el elevarlos no acabaría con el problema, solo saldrían más caras las mordidas. El problema aunque sí es “cultural” no es ninguna excusa, tiene que ver con el sistema que permite la corrupción en todos los niveles, la falta de transparencia y la opacidad pero sobre todo la impunidad. Si no hay consecuencias por no seguir las reglas, ¿para qué tenerlas?  

Este problema que todos tenemos no acabará de la noche a la mañana, tomará tiempo pero sobre todo esfuerzo, porque sí es más fácil seguir como estamos pero como casi todo cáncer acabará ganándonos la batalla.