Con las alas rotas

Por Manuel Rodríguez

Aunque la atención de los investigadores está enfocada en la salud psicológica del copiloto Andreas Lubitz, sin tratar de justificarlo, pero la reacción adversa de Lubitz puede tener una explicación sociológica de índole laboral, un resentimiento colectivo del gremio de pilotos hacia lo que se ha convertido la aviación civil en nuestros días.

 

Sobre todo si tomamos en cuenta que las decisiones corporativas son cada vez más exigentes y mal pagadas para tripulación y pilotos. El sábado pasado un amigo me hablaba desde Hermosillo, para informarme que su vuelo no había salido pues el sindicato intervino para no permitir que los pilotos continuaran en ruta, la aerolínea se había excedido en el número de horas de vuelo posibles para un piloto en 24 horas, y que llegaría tarde a la cita que teníamos.

Creo que cuando esto sucede la situación es entendible por los clientes de todas la aerolíneas, ya que es mejor esperar a contar con pilotos bien descansados antes que arriesgar a todos.

Pero las compañías no quieren reembolsar a los clientes por los retrasos y prefieren ahorrar a costa de su propio personal. En el caso de Lubitz, muy poco se ha hablado en los medios internacionales sobre el ambiente de tensión al que son sometidos los pilotos aviadores de las compañías aéreas modernas.

Las precarias condiciones con las que operan las líneas de bajo costo para mantenerse competitivas en el mercado, reestructurando constantemente las horas vuelo de los pilotos y provocando despidos masivos del personal experimentado para dar paso a la contratación de recién egresados, con condiciones salariales por lo general, más desfavorables.

Andreas Lubitz era un muchacho de 27 años con las alas rotas. La compañía Germanwings  fue omisa en no haber detectado no sólo la incapacidad mental de Lubitz para volar, sino que es tan responsable de este trágico incidente, como lo fue Andreas.

Poco hicieron los altos ejecutivos de la aerolínea por detenerse a observar las aspiraciones truncas de un aprendiz que había forjado su identidad en base en una aspiración de su niñez: La de llegar a ser un día un piloto aviador. En los ambientes de trabajo modernos lo que menos parece interesarle a los corporativos es cómo se sienten sus empleados.

Tal vez, Andreas se sentía aplastado tras empezar a creerse que había aspectos relacionados con su visión que le iban impedir ascender, y tal vez faltó que alguien en la compañía que lo escuchara y lo asesorara. Pero no sólo en el ámbito de la aeronáutica civil, los ambientes laborales se han deshumanizado.

Lubitz visitó a un doctor creyendo tener problemas de visión, se quejaba de que no veía bien pero el doctor afirmó que era psicosomático, que no era apto para volar, y que estaba demasiado estresado, pero nadie en la empresa escuchó.

En las sociedades modernas por satisfacer al mercado hemos ido perdiendo la ética en el trabajo, hoy en día trabajamos con más intensidad, pero perdemos de vista que sacrificamos lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo. En memoria de las 150 personas que perdieron su vida en los Alpes.