Como una peonza

Por Ana Celia Pérez Jiménez

A veces pienso que todo lo que quiero es cuestión de accionarlo y listo, y quizá estoy en lo correcto, es tomar la decisión y todavía ni así quizá, es hacerlo, es el verbo, nosotros cometiendo, en movimiento la mente y cuerpo; y sí es sencillo ponerlo en palabras, en consejos y decir: ¡solo hazlo! pero hay cosas más allá de eso, hay mentes fuertes y turbias, el universo interno primero que atravesar, palabras, sucesos, memorias que a veces nos detienen, miedos que se disfrazan de otras palabras, de personas y otras excusas; existe ese “pero”, existe el eterno mañana y así vamos por la vida, esperando, y a veces nada llega, nada pasa y nada hicimos que pasara… y a veces enfrente de un escritorio con tantos borradores, con tantas hojas,  libretas, con tantas palabras (aquí yo hablando de mi preciso instante y panorama).

Quiero terminar ese café que dejé a medias en un berrinche donde dije adiós y regresar a esa silla y explicarme, poder despedirme, cerrar ese evento; pedir perdón y perdonarme en tantos momentos, regresar a mi librero y terminar de leer ese libro que me perdió en un capítulo donde no me relacioné y al cual ya nunca regresé; quiero ver a la gente que quiero y decirles que los quiero, no todo en la vida es tan implícito; cerrar todo lo abierto, explicar mi ser a quien así deba, dejar semillas de mí, dejar abrazos y razones y no ser detenida por la soberbia y el orgullo que son solo mitos inflados como dos grandes globos que te quieren llevar al mundo donde el  “yo” es el rey y el autoengaño el dialecto que se habla. 

Quiero cada año de mi vida avanzar parejo, no quedarme atrás en algún suceso de mi vida, quiero que mi inteligencia, mi cuerpo, mi amor crezcan a la par, quiero sentirme entera en una sola pieza aunque muchas partes tenga que pegar, adentrarme, resolverme y respirar. No tenemos la culpa de mucho, ¿y así lo fuese qué? Todo sigue y quizá a veces eso es lo que cansa y duele, que ante todo, frente a todo, la vida nos sigue y se sigue reflejando en nuestro cuerpo y cara y tarde que temprano nuestro niño interno nos pedirá cuentas y a ese no le podemos mentir, porque él inventó la mentira y jugó con ella. Sí, tomar acciones es mucho más que ello, es estar entero y justo allí en la cabina del piloto, con todo tu futuro listo al horizonte, dolido pero con empuje, lastimado pero vivo, atento al presente, seguir, seguir aunque cueste, seguir aunque duela, porque si no seremos tragados  por la vida, esa vida que nunca vivimos y no habrá droga o vino que borre o engañe esas memorias que anhelamos tener de viejos y nunca tuvimos, por no haber dado el paso, por no haberte arriesgado, por nunca haberte probado a ti mismo que podías con esta vida y quizá también con otra.