Como Destruir un País

Por Juan José Alonso Llera

“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”.

Cada día que pasa veo a Andrés tomar decisiones más desesperadas, más insensatas, más arrebatadas, como si el tiempo le demandara hacer más locuras, porque su periodo se le termina y tiene que concluir algo que nunca supe que significaba, llamado la 4T, que solo él entiende.

Lo que es un hecho es que ha ejecutado una destrucción masiva de instituciones, empresas, organismos y gran parte de la columna vertebral que México necesita para competir en el mundo, todo amparado bajo una transformación negativa.

Todo empieza con la herramienta más eficaz para destruir un país: el populismo. Según la RAE, es una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Su origen es un movimiento ruso del siglo XIX, llamado narodnismo (Narodnichestvo, народничество), término que se traduce al español como populismo, derivado del lema “ir hacia el pueblo”, que obraba como guía para los movimientos democráticos rusos de la segunda mitad del siglo XIX.

Aunque se trata de un concepto difícil de definir con exactitud ya que designa realidades diferentes, en algunas corrientes de las ciencias sociales es concebido como una ideología que se basa en la distinción y la oposición dualista entre el pueblo (que es visto como una entidad soberana) y la élite (concebida como una expresión de desigualdad política no deseada). Lo cual después de ver los casos de Argentina, México, Venezuela, Perú etc. a compartir:

El manual para destruir un país en 10 pasos. Un pueblo idiotizado, unas clases medias profundamente ignorantes y concupiscentes, y un líder disolvente, son tres características cruciales para acabar con cualquier país. Ese es el caldo de cultivo que luego permite avanzar sin mayores problemas hacia una fatal desintegración. Pero ¿cuál pudo ser la secuencia que nos trajo hasta aquí? ¿Cuáles serían los diez pasos que cualquier tirano debería considerar para imperar sobre las ruinas de su república?

  • Apóyese en los mitos que afirman el fracaso de los latinoamericanos. Insista en las tesis de las décadas perdidas y de la traición contumaz a la gesta de los libertadores.
  • Practique el populismo lo más intensamente posible. Invístase de ese halo mesiánico que caracteriza al que supuestamente “todo lo puede hacer”.
  • Transfórmese en el líder que necesitan las masas. Construya para sí mismo una épica “gloriosa”.
  • Expropie, expropie, expropie. Olvídese de las garantías expropiatorias previstas en la constitución.
  • Cada idea descabellada transfórmela en una empresa pública. Organice monopolios con cualquier actividad que a usted le parezca “estratégica”.
  • Asuma que la productividad es enemiga del pueblo y una trampa del capitalismo.
  • Todos siervos del gran hermano llamado régimen. Destruya el mercado, acabe con la capacidad adquisitiva de los salarios, aniquile las empresas, devaste los empleos, asole a los empresarios, extinga el emprendimiento y cuando no haya ni oferta ni demanda organice un sistema de racionamiento de los beneficios a través del carnet de la patria.
  • Dentro de la revolución todo. Aplique desde el principio el modelo socialista de la impunidad. Para un “buen revolucionario” no hay ley ni límites.
  • Haga todo lo posible para que las clases medias abandonen el país. Estimule la desbandada. Dé razones para que la gente pierda la esperanza. Fracture a las familias.
  • Compre colaboración y financie el elenco que finge ser oposición. No hay nada más barato que un encuestador fraudulento para generar la necesaria confusión cada vez que se simulen elecciones libres.

Al final del manual hay una frase garabateada por el autor original:

“No puedes hacer una revolución con guantes de seda”.