Por Dianeth Pérez Arreola
La primera vez que conocí a mi familia política fue en una fiesta. Uno de mis cuñados me preguntó por mis estudios, y después de pensar un poco dijo: “pues sí, tendrás la universidad pero no es el mismo nivel que en Holanda”. Yo me quedé sin saber qué decir.
Hace unas semanas fui a hablar con la maestra de mi hija mayor, que estudia el equivalente de cuarto de primaria. Le preguntaba que por qué usaban un sistema tan complicado para las multiplicaciones, si estaba más fácil y podían ver el proceso para obtener el resultado de otra manera, se lo expliqué y le dije de paso que así lo había aprendido yo en México.
“Pero este es otro nivel” me dijo muy quitada de la pena. De nuevo, yo estaba tan sorprendida que no pude responder.
Ese “otro nivel” ha sido suficientemente bueno para estar cursando un doctorado aquí. Mi autoestima no ha sufrido daños de consideración todos estos años. Lo que me molesta es esa presunción de superioridad, y picada por la curiosidad si este tipo de comentarios también los han oído los demás mexicanos que viven en Holanda. Aquí las respuestas más destacadas.
“Mi suegra me dijo, ‘ah eres mexicana, entonces sí sabes limpiar”; “Un tío de mi marido, en pleno funeral de mi suegro y con micrófono en mano, dijo que no esperaba que me mantuvieran, que no era malo para mi ponerme de rodillas a limpiar”; “Me dijeron que me regresara a mi país a hacer tortillas”; “En el primer día de trabajo me presentan con todo el mundo y alguien dice, ‘ah eres de México, debes sentirte enormemente afortunado de haberte escapado de ahí ¿no es así?”.
“¿Te mudaste a Holanda para mejorar tu vida?”; “¿Te casaste para tener visa europea?”; “En un supermercado después de hacer compras, me detuvieron para revisar mi mochila argumentando que podría haberme robado algo. Ni en México me han hecho eso”; “Cuidado, ella es mexicana. No nos vaya a traer al Chapo y nos maten. Tu seguro tienes conexiones con los carteles de droga, mejor me llevo bien contigo».
«Ah eres mexicano, ¿y te viniste a Europa porque ahora a Estados Unidos ya no puedes ir, por Trump?”; “Una vez me dijeron que por ser mexicano, tengo que ser tonto”; “Nuestra casera nos dijo a mi novio y a mí que no importara que tan competente para un trabajo fuera porque la primera opción de los holandeses sería un holandés con apellido holandés. Que sería mejor que tomara el apellido de mi novio al casarme”.
Los holandeses tienen una característica muy particular: les gusta decir lo que piensan, tal cual. Es más importante para ellos dar su opinión, que los efectos que tendrá su comentario; no son empáticos y ni cuenta se dan a veces de lo inapropiado de sus palabras.
Afortunadamente las buenas experiencias superan los ocasionales comentarios incómodos y vamos aprendiendo a responder con humor e inteligencia, como a quien le dijeron que las mexicanas solo vienen a Holanda para casarse con los güeros, quedarse en su casa y hacer muchos hijos: “Ah, lo dices porque los güeros van a buscar esposas a nuestros países porque aquí las mujeres son más selectivas ¿verdad?”.