Por Ana Celia Pérez Jiménez
Una negativa a tiempo y bien dada salva tanto, es mejor saber lo que no eres que pretenderlo, y cuando pretendemos es porque tenemos un plan al que caer avanzados.
No todo es para todos y eso está bien para mí, no soy la cereza en la punta de todas las malteadas, ¡hay a tantos que les hace daño ya la lactosa y no se me da el ser dulce por otra!
Saber qué no y qué sí nos da una realidad tangible y proyectos sobre los que trabajar. Pienso que aquellos que tienen una vida borrosa entre una línea y otra como si las hubieran pintado con gis, es seguir jugando al mismo que le fascinaría colorear con él.
Un no a tiempo te ahorra tanto en tantos sentidos, y si quieres el sí es planear como lo haría un arquitecto, un médico, un arqueólogo, un experto, ¡vaya! Y atacar el área, para construir lo que se quiere, bosquejar, para indagar, que ya traes hacia donde te perfilas, hacia dónde te gustaría dirigirte y ser.
Tantos se lamentan de lo que quisieran con ese “sí” guardado, empapelado como si lo mereciera, deberían de saber que no por querer o desear pasa, y saber que el “no” ya lo tienen y ahora falta el recorrido. No es no decir “sí”, es pintar contraste en el límite, la negativa que no siempre lo es y eso libera, libera de todo lo que esperan que sí sea, un no a tiempo. No voy, no quiero, no se me antoja, no te quiero, no soy, no estoy, no llego, ¡no!
La respuesta que practicó, de dos letras tan sencilla y parece que con eso volteas caras, cambias futuros y el propio también, no y no como un coro que libera, como un coro de tonalidades, como las teclas de un piano, no soy un tono y estoy sostenido. No eres tú, no soy yo, no más, no hoy, no será. Qué cansado es el falso positivismo y el desgaste del “sí” que no siempre trae con ello asertividad.