Por Daniel Salinas Basave
Oxímoron es una figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Oscura luz, noche blanca, instante eterno, muerto viviente, fuego helado, hielo ardiente son ejemplos de oxímoron. Pues bien, creo que nuestra Tijuana parece cada vez más acercarse a esta figura pues sus extremos encarnan terribles contradicciones. Nuestra ciudad es una gran noche blanca. Sobran razones para afirmar que Tijuana está al borde del colapso como ciudad, experimentando un acelerado proceso de decadencia y una profunda pérdida en la calidad de vida. Pero al mismo tiempo, la ciudad sigue batiendo sus récords de bonanza y derrama económica.
Vaya, Tijuana no se parece a un fantasmagórico Detroit lleno de carcasas industriales abandonadas ni es como tantos pueblos fantasmas del centro de la República que se van despoblando gradualmente. Tijuana parece por momentos insostenible, al borde del desbarrancadero, pero los capitales siguen fluyendo.
Elevas la vista y miras un sinfín de condominios y edificios en construcción. Cimientos, obras grises, fraccionamientos listos para venderse, decenas de miles de albañiles. Después del bajón de la pandemia, el empleo se recupera en tiempo récord. El turismo médico bate todas sus marcas. ¿Han visto el nuevo Health District de Cosmopolitan Group? ¿El nuevo hospital que inauguró New City? El turismo médico está generando una derrama promedio de 2 mil millones de pesos anuales. Siguen llegando inversiones extranjeras, la industria aeroespacial crece a paso veloz, los hoteles están llenos, las rentas están por los cielos, el costo de la vivienda incrementa cada mes, pero al mismo tiempo Tijuana rebasó los 2 mil homicidios en el 2022. Un promedio de casi seis asesinatos al día se cometen en nuestra ciudad donde el metro cuadrado es uno de los más caros de México.
El dinero fluye pero el tráfico no. Las arterias viales de Tijuana parecen obturadas o coaguladas por un descomunal colesterol urbano.
En Tijuana todo se ha tornado excesivo y desbordado. El aeropuerto es un hervidero a cualquier hora, la línea para cruzar a San Diego mide varios kilómetros en Otay o en San Ysidro y del otro lado llega hasta Chula Vista. Sí, también son decenas de miles los que cruzan rumbo a México. Cientos de placas de California haciendo fila en la caseta de Capufe, pero al mismo tiempo son miles de migrantes los que siguen llegado por todos los medios. Mexicanos del sur, centroamericanos, ucranianos, rusos, haitianos.
Los semáforos están llenos de malabaristas ejecutando números cada vez más complicados y las banquetas derrochan vendedores ambulantes de cualquier chuchería. Los restaurantes tienen lista de espera, los bares revientan de parroquianos, las taquerías están infestadas y en las calles pululan miles de sin techo. La gente duerme en las calles, defeca en las calles, muere en las calles. A lado del camino ves brillar fogatas en la oscuridad, tristes sombras arrastrándose en la cuneta, famélicos espectros arrastrándose entre los perros muertos. El Río Purgatorio o Río Fentanilo es un santuario de almas en coma, un Aqueronte atravesando la urbe.
Seremos World Design Capital en 2024, albergamos grandes eventos internacionales, recibimos miles de turistas pero al mismo tiempo colapsamos. La gente bebe, la gente hace fiestas, la gente se enamora, la gente se pelea, la música no deja de sonar. Todo es posible en Tijuana. Todo hierve, todo estalla, todo se desborda. No es una ciudad paralizada o deprimida. Es una ciudad en ebullición, en el ojo de un tornado, azotada por fuerzas que no parece poder controlar.