Por Juan Manuel Hernández Niebla
“A buen fin no hay mal principio”, William Shakespeare (1564-1616)
Para la mayoría de la gente, el terminar algo representa una especie de muro, el subconsciente nos impide terminar las cosas. En la vida, hayas ganado o perdido, es importante saber cuándo es hora de terminar, contabilizar ganancias y pérdidas, y seguir adelante.
En este proceso, pensar en términos de éxito o fracaso es peligroso, la mente se detiene en lugar de ver para adelante. Las emociones dominan el momento: júbilo en el triunfo, abatimiento y amargura en la derrota.
En realidad, nada concluye, victorias y derrotas son temporales; el cómo las manejas es lo que importa. Algunas victorias son negativas, no te llevan a ninguna parte. En cambio, algunas derrotas son el preámbulo para futuros grandes éxitos.
En el éxito, imagínate que todo lo que haces tiene un momento de perfección y fructificación. Tu meta debe ser terminar ahí, en esa cúspide.
No basta con planes brillantes y conquistas acumuladas, debes evitar convertirte en victima de tu propio éxito. Lo que necesitas es la capacidad de mantener tu concentración en el futuro mientras operas el presente, de terminar siempre tus acciones como preámbulo para el siguiente ciclo.
Lo crítico es saber cuándo detenerte, cuando aplicar tu salida y llegar a un acuerdo. Si te detienes demasiado pronto, perderás todo lo ganado en tu avance; demasiado tarde y terminarás agotándote, seguramente inyectándole recursos frescos a causas perdidas.
Por otro lado, y como las caídas son inevitables en la vida, debes dominar el arte de perder limpia y estratégicamente. Primero, piensa en tu perspectiva mental, como lo asimilas psicológicamente. Velo como lo que es, un revés temporal, algo que te despierta y enseña una lección. Con frecuencia, quienes tienen éxito se vuelven blandos e imprudentes, tú debes dar la bienvenida a la derrota como un medio para hacerte más fuerte.
Debes comprender que toda victoria o derrota es temporal, que todo final es el principio de una siguiente fase. El único final verdadero es la muerte, todo lo demás es transición. Comprendiendo esto, encontrarás más fácil conservar el equilibrio en las situaciones más adversas.
Al mismo tiempo, siempre recuerda que la peor manera de terminar algo es haciéndolo lenta y dolorosamente: sea un proyecto, una relación, o un conflicto. Los costos de un final así se multiplican: pérdida de autoestima, aversión al conflicto, rencor, desanimosidad, y tiempo perdido.
Antes de emprender una acción, debes calcular en términos precisos tu estrategia de salida. El arte de terminar bien las cosas radica en saber cuándo detenerse, acabando con la nota correcta, siempre con energía y estilo.
Termino con una frase de Napoleón Bonaparte: “vencer no es nada, hay que beneficiarse del triunfo”.