Amigos del alma

Por Manuel Rodríguez

En enero de 2010 la vida de Miriam Meléndrez cambió para siempre. Su único error fue haber ahorrado 4 años para comprar un carro en un lugar donde adquirir un vehículo nuevo puede ser peligroso. Hace unos  meses  fue a visitarme a la oficina, y me platicaba como le emocionada seguir viva después de haber recibido varios impactos de bala al resistir un intento de robo de su vehículo en una tienda de conveniencia en Tijuana.

La noche del incidente una bala le atravesó el estómago y otra quedó alojada en la espina dorsal.

Cuando salió de cuidados intensivos platicaba como pudo sentir  la presencia de Dios al despertar en el quirófano. El doctor decía que era un milagro, pues la noche del percance portaba una de esas fajas que se utilizan para esculpir figura, y fue precisamente lo que evitó que Miriam desangrara y muriera. Miriam era una persona que a pesar de su condición y de haber quedado sujeta a terapias de rehabilitación y silla de ruedas, nunca la escuché quejarse. Lamentablemente esta semana falleció mi buena amiga, alguien con quien compartí diferentes etapas de mi vida.

Me tocó conocer a Miriam en 2006 cuando trabajaba en una oficina adjunta a la mía en el departamento de créditos a pequeñas y medianas empresas en el ayuntamiento de Tijuana.

Sus conocimientos la hicieron candidata a uno de los puestos que requerían observancia y cumplimiento de las normas administrativas. Venía de trabajar en una compañía pesquera de Ensenada, y estaba un poco nerviosa aquí en Tijuana, pero su pulcritud y rectitud en el manejo de expedientes y de las finanzas, rápido la llevó a ganarse la confianza y el respeto de todos los que trabajamos a su alrededor.

No nos pusimos de acuerdo pero un año más tarde, coincidimos en los estudios de posgrado y al menos en un par de materias tuve la oportunidad de formar equipo de estudio con ella.

Les digo que hace poco fue a visitarme y cuando la recibí en el estacionamiento me llené de emoción, desde que llegó hizo el intento por ponerse de pie y demostrarme los logros que había alcanzado en su rehabilitación, era impresionante,  estaba convertida en una verdadera guerrera.

Su ejemplo, su valor, sus ganas de salir adelante y vencer la adversidad quedarán por siempre en mi memoria. Recta, siempre sencilla, sincera y directa. Buscando palabras de aliento para todo mundo.

Me sorprendió cuando me contó que venía de un pueblito de la sierra de Sonora y ver en ella el orgullo por su tierra: Yécora.

Su actitud tan entregada, buscando en todo la justicia. Quería demostrarnos que sola podía. Hoy sé que se ha levantado de esa silla y que está en la presencia de Dios. Podremos pensar muchas cosas, lo que sí sé es que no se merecía lo que le pasó.

La vamos a extrañar todos los que la conocíamos como colega, como compañera de clases y como amiga, pues era siempre la misma. De una sola pieza hasta el final. Descansa en paz.