Por Adriana Zapién y Valente Garcia de Quevedo
“El momento de cantar es cuando tu nivel emocional es tan alto que ya no puedes hablar más, y el instante de bailar es cuando tus emociones son demasiado fuertes como para cantar solamente sobre lo que estás sintiendo”,
Bob Fosse
Cuatro días en Nueva York fueron suficientes para un gran reseteo. Podría haber escrito “reinicio” pero me agrada más el termino resetear porque es la que usamos cuando la computadora o cualquier aparato informático se congela. Y de vez en cuando los seres humanos llegamos a un punto en el que se atasca nuestra creatividad y eso nos agota.
Para mi viajar hace ese efecto de apagar el sistema; dejarlo enfriar y volverlo a encender. Lo que sucede después del intenso estímulo de los sentidos en el viaje es impresionante. La meta era disfrutar del teatro musical del emblemático circuito Broadway.
Les cuento que la primera obra de teatro contada a través de la música y el baile en Nueva York fue en 1866 teniendo una larga temporada con venta de funciones. Ciento cincuenta y seis años Broadway es una atracción que genera millones de dólares a la ciudad.
El teatro musical es algo que he amado siempre; cuando niña viví en la Ciudad de México y recuerdo bien la primea vez que asistí a un musical. Fue la obra El diluvio que viene de Manolo Fábregas; después me llevaron a ver Anita la Huerfanita y siempre salía bailando y cantado de la función. Yo quería bailar y cantar como lo hacían en el teatro.
En este viaje a la Gran Manzana teníamos los tickets para Chicago; un clásico sin riesgo de perder vigencia pues ocupa el segundo lugar en la lista de mayor permanencia en cartelera con 25 años ininterrumpidos. Yo ya conocía la historia y la música especialmente me encantaba.
Cuando era joven mi mamá decía que si existiera la reencarnación yo había tenido una vida entre los años 20s y 50s porque vibro con el jazz. Ese jazz de las Grandes Bandas: el de Duke Ellington y Glenn Miller y otros que mi abuela amaba. Y me encantan todos sus derivados como swing o sus bailes contemporáneos como el foxtrot o el charlestón.
Para los que no conocen la historia, está ambientada en la ciudad de Chicago y la de Broadway es una adaptación de una obra escrita en 1926 para el teatro por Maurine Watkins, una periodista del Chicago Tribune, después de asistir a los juicios de dos mujeres acusadas de asesinatos de los que ambas fueron declaradas inocentes gracias a la habilidad de su abogado.
Watkins escribió los artículos que se hicieron tan famosos que decide escribir un guion de teatro titulado Chicago criticando la corrupción en el sistema judicial y los factores mediáticos que hacen estrellas a los criminales por el simple hecho de estar en los titulares de la prensa a base de manipulación de audiencias.
Las canciones de la obra actual fueron compuestas al estilo de vodevil de los años 20s por John Kander y Fred Ebb y el libreto fue adaptado por el famoso coreógrafo y director Bob Fosse, quien logra hacerte vibrar con la música, los bailes y la divertida escenificación.
Con Chicago recordé cuando era niña y quería saltar de la butaca para bailar y cantar, pero lo más divertido fue que le doy a mi madre la razón y estoy convencida que el fondo sí tengo alma cabaretera de los 30s; así que pondré en lista de cosas por hacer tomar una clase para bailar como en un vodevil.